domingo, 30 de diciembre de 2012

LA MITAD INVISIBLE: Camino Soria (TVE)

   

          Conocí a Jaime Urrutia gracias a Andrés Calamaro. No, nunca le he dado la mano, ni nada de eso. Fue él encima de un escenario, junto a Andrelo, yo abajo coreando Te quiero igual y después Cuatro rosas. El respeto de Andrés a Jaime me hizo reescucharlo de forma distinta, pues aunque me gustaba nunca me había parado a mirar y observar a los Gabinete. Para decir toda la verdad no fue en Pamplona donde me volví hacia aquellas letras ochenteras como las veo hoy, fue una noche memorable a orillas del Manzanares (otro río pero más humilde que el Duero), en la sala La Riviera en los madriles. Calamaro había terminado el concierto y se iba del escenario, y los bises ya se habían tocado, pero aquello hervía, nunca, en los veintitantos conciertos en los que había estado de Andrés, la gente aplaudía como aquella noche (no cuenta el concierto de El Regreso, 18 de noviembre de 2005, por motivos suficientes), era ensordecedor el clamor, sabíamos que aquella noche era especial. Andrelo se paró, y se dio la vuelta hacia los ojos de Candy Caramelo, intercambiaron cuatro palabras, y el comandante se puso en su lugar y la banda en el suyo. Y tras los primero toques de arranque en la batería del Niño Bruno, comenzaron a cantar Cuatro rosas. Y aquello ya era un barco que se hundía, y todos contentos del naufragio, pues las canciones eran los trozos de madera de las cuadernas del barco en el Manzanares donde aferrarnos para llegar a la playa más cercana, a los paraísos perdidos.
Allí conocí a Jaime Urrutia, de forma indirecta, legendaria, en La Riviera. Ya sabíamos que esa noche iba a ser especial pues en la puerta del local estaba Andy Chango, con el que cantamos Queda muy poco de mí. Era un buen augurio.

          Juan Carlos Ortega era el de los ancianos de Crónicas marcianas cuando se podía ver Crónicas marcianas. De todas sus apariciones en el programa sólo recuerdo una, genial, en la que vendía literatura en sobres, tal cual, ¿quiere usted leerse La divina comedia, El Quijote o El conde de Montecristo sin ninguna dificultad? pues tome uno de estos sobres... Y entonces Juan Carlos Ortega, muy serio, sacaba un sobre como esos de sopas del supermercado, en el que se anunciaba La divina comedia, por ejemplo, lo abría y lo volcaba en un plato donde después echaba agua. Literatura sencilla, lista para consumir. No sé por qué me ha recordado a los libros electrónicos. Pero habrá sido un desliz mío, no tiene nada que ver.
          Pasado el tiempo me aficioné al programa No es un día cualquiera, en RNE, de Pepa Fernández. Y me convertí en escuchante fiel, gracias a todos los colaboradores y al buen hacer de la chica que lleva el timón del programa, donde sábados y domingos hacía el tiempo corto pero ancho. Aunque había una sección que me gustaba especialmente: Cuentos para Ulises. Historias, historietas que ocurrían en países muy lejanos, que ponían (que ponen) patas arriba la realidad y la cotidianidad, para sonreír y pensar, y cuando compré el libro con el cedé me di cuenta de que los cuentos de Ortega son para ser escuchados pero también leídos, acompañados de esas fotos, asépticas, terroríficas, un punto graciosas, pero con más vocación de lucidez que de carcajada. Me recordaron a la atmósfera de Ensayo sobre la ceguera. No tan crudo, pero así, más o menos.

          En las vacaciones, estas, navideñas, ahora que tengo más tiempo he estado frecuentando vídeos que tenía pendientes, entrevistas, y otras hierbas. Y La mitad invisible. Ya había visto muchas veces algunos de mis favoritos, el de El entierro del conde de Orgaz, las Meninas, La Alhambra y por supuesto el que me enganchó: Las Pinturas negras de Goya, pues fue mi primer contacto con el programa de Ortega.
          La Mitad invisible es un programa original en el mejor sentido que se nos ocurra, fácil de ver pero que no ha de ser sencillo grabar, pues busca constantemente crear una atmósfera volcada hacia el objeto, la ciudad, el monumento, la obra en definitiva de la que trate el programa. Y eso, si no se crea, si no se cree en  el asunto, no sale. Nunca con solemnidades que rebaja de forma inteligente Juan Carlos con su humor perenne, vivo, brillando siempre tras esos ojillos oscuros, de ratoncillo silvestre, lejos de la carcajada y muy cerca de la saludable sonrisa no forzada.

          Ayer paseé junto a los chicos de LMI por Sigüenza, toqué el doncel de Sigüenza, sus manos, sus ojos abiertos, sus pies mantenidos por el pajecillo y también tuve la suerte de sentarme con el canónigo archivero, don Felipe Gil Peces Barbas, a ver los tomos antiguos del los siglos XV y XVI, que sirvieron en la guerra de parapeto, y por eso tienen incrustadas balas, "esta escultura (el doncel) es la división entre la Edad Media y al Edad Moderna... entre el mundo de los castillos y el mundo de la cultura" le cuenta el archivero al periodista, que sentados alrededor de un vetusto pupitre de madera rodeados de libros con cantos parduzcos, con colores que hablan de la Historia, parecen más bien maestro y discípulo. Y así don Felipe termina con palabras importantes que Juan Carlos, apoyada la barbilla en sus manos que a su vez descansan sobre antiguos libros, escucha cual esponja: "Y otra lectura (sobre el doncel)... ante la muerte un caballero cristiano no tiene miedo, ni trauma..."

          Con esta serenidad, nos dormimos ayer. Y hoy me he decantado por Camino Soria, el último programa LMI. Y después de verlo me he venido por el blog, a divagar.
          "Yo prefiero no dar pelos y señales... ahora, yo sé que cuando ella escuchó Camino Soria... ¡ah!, se debió de poner...", le cuenta Jaime Urrutia a Juan Carlos Ortega, bajo un cielo nublado, en la orilla de una carretera secundaria poco transitada, la funda de la guitarra de Urrutia en el suelo, cerrada, el instrumento a buen recaudo, esperando a ningún coche, haciéndose confesiones en el camino a Soria, como si sólo en el camino se pudiese uno desnudar, y donde de verdad nos encontramos a nosotros mismos, pues en la meta, en el objetivo, no hay nada. Pero vayamos al principio.
          Empieza el encuentro de la mejor manera soñada, en una estación de trenes, Juan Carlos en el andén espera al músico, que llega con la camisa con solapas exageradamente abiertas, camiseta blanca en el fondo del pecho y encima una chaqueta. En la cabeza la gorra de chulapo madrileño a cuadros. Todo él se recorta en el perfil de Juan Carlos que estaba silbando la canción, y poco a poco la imagen se va haciendo más nítida, con andares chulapos como la gorra, hasta que llega a la altura del periodista. Ahí apretón de manos y abrazo. Comienza el viaje, camino Soria.
          Si quitamos el sonido del vídeo vemos imágenes muy buenas, descriptivas, a la búsqueda de los motivos del tema, las claves de Gabinete Caligari, los otros componentes de la banda, locales míticos, Tablada 25 (donde se gestó), influencias "beatleianas" y también los Kinks, personas que vivieron la época, sitios, lugares, detalles.
          Me extraña que Ortega no haya hecho mención en ningún momento a la mítica película de Robert Wiene que da nombre al grupo de los ochenta, pues podría haber jugado como le gusta jugar a él, con los dobles sentidos, los alegres y extraños encuentros entre cosas, convertidas en juguetes, entre Gabinete grupo y Dr. Caligari película. Es extraño que Ortega no haya cogido de la película los escenarios desproporcionados, de sillas gigantes y pueblos apiñados donde se pueden coger las casitas, y haber hecho un montaje con un videoclip de los gabinete, hubiera sido brutal, aunque sólo fueran dos segundos de esos que meten en un pequeño batiburrillo de imágenes en apariencia triviales.
          Como anécdota especial, para uno de Cuenca como yo, es que la canción se iba a titular Camino Cuenca, la excusa que pone Jaime es que Soria rima con más palabras que Cuenca... lástima... aunque tal vez sea mejor así, pues aquí en Cuenca no están esos paisajes castellanos desolados, melancólicos, es cierto que tenemos las hoces del Huécar y el Júcar, en esta última los otoños son para venirse a vivir aquí. Pero Cuenca Cuenca, Cuenca ciudad, la alta, la altiva, la colgada en el firmamento tiene demasiada importancia para dejar espacio a la tristeza del alma de Urrutia, demasiado empinada para dejar caer penas, que pueden hacer ruido rodando. Ni siquiera Soria es el escenario, son aquellas extensiones inabarcables, donde se sentaba Unamuno a suspirar y preguntarse por Dios y por España. Hay más espacio para que el alma se expanda por esos parajes y parar al borde del río, donde se consigue la alquimia, cuando se vislumbra la mitad invisible, el momento en que le canta Urrutia a Ortega Camino Soria, guitarra en mano... y entonces... entonces se pone a llover sobre las hojas colocadas como un escenario improvisado. Llueve y Jaime sonríe, y Juan Carlos mira al cielo, como si hubiese unos tramoyistas que han abierto una compuerta para terminar de completar la melancolía que allí se conjura... melancolía extrañamente confortable.
       

miércoles, 26 de diciembre de 2012

NUESTRO HOMBRE EN WATERLOO (justamente recordado)



          "El aire se llena de ensordecedor tronar de los cañones, el chasquido de los fusiles y el retumbar de la caballería" cuenta Jacinto Antón en su regalo de navidad para enfermos de la Historia en forma de artículo en El País. Cuenta que eso es lo que recrea en la novela su autor: Ildefonso Arenas, "impasible entre la ventisca, con las espesas cejas que le dan un aire de mariscal ruso casi heladas", decribe de él el periodista, y es que cuando uno pasa rápido las hojas del periódico, buscando la sección cultura donde de vez en cuando se encuentran tesoros como este, y se topa de repente sobre el título del artículo con un cuadro espectacular sobre una batalla (La defensa de La Haye-Sainte por la legión alemana del rey, de A. Northern) y más abajo y en medio del texto una foto con ese extraño señor, no sabe si es un lienzo de alguien de la época porque la niebla lo hace todavía más misterioso, si es un familiar descendiente de alguien que estuvo allí o si es el escritor, que es lo que se va haciendo evidente cuando miras más despacio, y ya empiezas a leer y emboscarte en la Historia gracias a la pasión que traslucen las palabras de Jacinto Antón.

          "Piso en este día gris el embarrado campo de batalla de Waterloo...", comienza el artículo, como si ese barro, aunque manche tus botas hoy, fuera el mismo que pisaron los ejércitos de la batalla de Waterloo, "...y la tierra parece rezumar sangre bajo mi bota"; inmediatamente te sientes identificado con el periodista. Cuántas veces hemos tocado las piedras talladas de las murallas de una antigua ciudad o de un castillo, cuántas hemos mirado al suelo, donde sabemos por los libros leídos que por allí pasaron legiones romanas o personajes que nos mantuvieron despiertos noches enteras, pasando página tras página, como una acto fatal diría Borges, ya que no puedes detenerte. 

          No podía faltar Pérez-Reverte en el artículo, aunque no esté su nombre escrito por ningún lado, late la misma pasión por la Historia, y es que me parece haber leído del mismo Arturo alguna vez que un familiar suyo estuvo por los parajes donde se dan cita Ildefonso Arenas y Jacinto Antón, bajo bandera que enmarcaba en el suelo la sombra del águila. Pero donde más patente (de corso) se hace su presencia es cuando cuenta el periodista que "durante una parada piadosa en el Museo Hergé de Louvain-la-Neuve, me ha parecido escuchar entre las viñetas de Tintín el temible fragor de los coraceros". 

          El artículo es despiadado contra los que no queremos comprar más libros, y nos da excusas continuamente para romper ese pacto con nosotros mismos, de no ir a la librería a por más libros nuevos, y ceñirnos a los de la biblioteca, "Ildefonso Arenas (Madrid, 1947) ha alumbrado una novela extraordianria: por el tamaño (1.214 páginas: imaginen lo que es llevarla en Ryanair y arrastrarla por media Bélgica, lloviendo)", antes de seguir enumerando las razones que hacen de este libro una novela extraordinaria, esto de las 1.214 páginas me ha recordado algo que dice Fernando Fernán Gómez en la película La silla de Fernando: el actor comentaba que los españoles no es que tengamos envidia, es que es peor que eso, porque envidia sería querer escribir un libro como El Quijote, es decir sentarse y ponerse a la tarea, pero lo que nos pasa no es que queramos escribirlo, lo que deseamos es que no lo escriba nadie. 
Y lo que me llamó en su momento la atención fue cómo en pocas palabras, tal vez de forma inconsciente, expresaba la inmensa dificultad que suponía (que supone) escribir El Quijote, aun siendo Cervantes. "Hay que sentarse y escribir 1.200 páginas".  
Por otra parte eso de llevar un libro pesado de viaje como sé lo que es, me ha hecho sonreír, ahora que están tan de moda los libros electrónicos (la palabra moda se está volviendo anticuada, que no antigua, ya le gustaría a ella).
Ahora sí, transcribamos de Jacinto Antón más razones para salir corriendo a comprar el libro... "el asunto (la última campaña de Napoleón y el antes y después de la misma) y la calidad literaria. Es Álava en Waterloo una novela histórica de las importantes, grandísimo fresco de una época...".

          Y si todavía nos quedaban dudas sobre si leernos el libro o no hacerlo, nos deja para la segunda mitad del artículo lo mejor: "se centra (el libro) en un personaje sensacional de nuestra historia al que resucita y reivindica: el militar y diplomático español "injustamente olvidado" Miguel de Álava (Vitoria 1772-Baréges, 1843"; el periodista ha encerrado entre las comillas "injustamente olvidado", no sabemos si mientras las tecleaba estaba sonriendo, pensando en que casi todos nuestros antepasados que han hecho en la Historia algo, son "casi siempre" olvidados. O tal vez sólo estaba transcribiendo lo que ha dicho o escrito del personaje el escritor.
"Liberal, ilustrado y sospechoso de masón, Fernando VII lo hizo encerrar, aunque luego se lo cedió a Wellington, al que no podía negarle nada", si Fernando VII lo hizo encerrar seguro que Miguel de Álava tuvo un comportamiento ejemplar.

          Aparte de abrirnos el apetito lector, nos abre también el viajero: dan ganas de buscar por google maps los sitios, coger un avión y, libro en mano, revivir el mismo itinerario que hacen escritor y periodista. Mil gracias a Jacinto Antón por este artículo donde hemos sentido el estruendo de los cañones, los cascos del caballo de Napoleón huyendo cerca del puente sobre el río Dyle y estremecernos al escuchar "Keine gefangenen" en boca de húsares y ulanos. 
Y antes de que se haga de noche tras la batalla, nos quitaremos el sombrero en la iglesia de Saint Joseph ante las estelas conmemorativas de los caídos en Waterloo.

 (Esta entrada del blog hace referencia a un artículo publicado en El País, el lunes 24 de diciembre de 2012, titulado "Nuestro hombre en Waterloo")

sábado, 3 de noviembre de 2012

película 02 EL ENEMIGO PÚBLICO

     

          Salí de la biblioteca con la película bajo el brazo una noche que no hacía frío, y antes de montarme en el coche miré la portada con los retratos de James Cagney y Jean Harlow, metidos en un círculo, son los protagonistas de la peli. A lo mejor el círculo es la burbuja que sale de la sociedad del lujo de los años 30 americanos, representados en pocos trazos y colores a la derecha arriba; burbuja donde se encontraban como en un sueño los Toms (Cagney) y aquellos buscavidas, que desde pequeños aprendieron a ganarse la vida como fuera por las calles de Chicago.
          Si el director o el guionista pretendía dar clases de moral con el final de la película creo que se equivocaba, o tal vez sólo se viera obligado a terminarla así, como se explica al principio: las autoridades dieron un toque de atención, viendo la atracción que sentía la gente por el carisma de Cagney interpretando a mafiosos.
          O la ingenuidad es la mía, pues la película es buena, y el director sabe perfectamente lo que hace a cada momento, y el toque de humor que hay cuando aparece Tom embutido en una manta, atado y jodido no puede ser casual. Es la única parte de la cinta que no tiene ninguna credibilidad, y uno se imagina el descojone general de la gente que habría allí trabajando, actores, maquilladores, cámaras, fotógrafos, técnicos de luz y sonido, director, ayudantes, etcétera, cuando se acabara de rodar la escena. El único dramatismo real es tal vez el que nos hace llegar la magnífica actriz que hace de la madre.

          Tom o James Cagney nos mantiene atados a la pantalla, por una soltura que es de admirar viendo el año en que se estrenó la película, 1931; uno pensaría que James Cagney vivía así, que cuando saliera de los estudios donde rodaron, volvería a los bailes a beber champán, mirar con descaro a las mujeres que emborrachaban a sus acompañantes para irse más tarde con él, a amenazar a los barman que no compraban la cerveza que distribuían ellos. Otro espejismo más.

EL PAISAJISTA MARTÍN RICO EN EL MUSEO DEL PRADO




            El Prado sabe organizar estas exposiciones mejor que nadie. Se puede ver en el nuevo edificio de los Jerónimos. Te recibe un gran frontal beige clarito ocupando toda la pared, y ese color va a ser el fondo neutral, sereno, que te acompaña sin molestar durante toda la exposición; las letras grandes del nombre de la exposición “El paisajista Martín Rico 1833-1908" en relieve y gris más oscuro que el fondo.
              Esta es la puerta, una puerta de entrada que buscas en el Prado, de salida también de preocupaciones cotidianas, distinta del resto de los días de la semana, una puerta más fácil de hallar los días fríos de invierno pero soleados de Madrid.
              Lo que a continuación se puede leer no son descripciones precisas, ni estudios con rigor sobre nada; sí algunas palabras que me sacaron los cuadros, al mismo pie de los marcos que encuadran los lienzos. De una pequeña libreta hasta aquí:

UNA CALLE DE SEGOVIA
1858. Acuarela sobre papel.
         Se ve un trocito de acueducto al fondo. Un hombre a pie está con su borriquillo en el lado de sombra de la calle. Al sol y en primer término a la derecha (aunque es una acuarela pintada desde lejos), dos tipos de allí, populares, típicos.
         Parecen recién pintados hoy, pero ayer. La acuarela no da lugar a corrección, así que tal como los vio los pintó. Es decir, son una “primera toma” que se diría en el cine, y si no se dice así en el argot del cine, así lo entiende uno. El autor los vio, le sugirieron algo, y así nos los hizo llegar. Uno de los dos tipos, el que está de pie, parece ofrecerle algo al otro, un jarrillo parece, sentado en el suelo con la espalda en la pared blanca de una casa. Pared encalada como la de mis abuelos. El tiempo pasado nos llega por esas “puertas”.
         Ayer, hoy. Y sin embargo, hoy no hay nada; es más bien el deseo del pintor de perpetuar aquel ayer, que fue ahora, hoy, para ellos.

LA MESETA DE CASTILLA
1853-58. Acuarela sobre papel.
         Aquí está el amarillo león, la sequedad de Castilla, más al fondo ocres apagados casi muertos, que desolaron a Camille Mauclair en su libro La espléndida y áspera España, cuando cruzó Castilla.
         Muy pequeñas las personas caminando por un camino solitario, sin árboles flanqueándolos. Personas más reales para él que una foto, por eso mismo. Porque él las vio así. Y el cielo demasiado inmenso, controlando todo.

VISTA DE COVADONGA
1856. Óleo sobre lienzo
         Los contrastes entre la zona iluminada contra la zona en sombras, son los mismos que se ven desde el coche en las montañas cuando estás en el Norte, De Haes también lo consigue, eso de situarte en el Norte desde El Prado.
         Si Martín Rico hubiese viajado en coche habitualmente ¿hubiese podido captar tantos matices, sentirse subyugado realmente por esa imagen? ¿Detenerse minutos, horas, días ante esta belleza, para poder imprimir luego ese realismo con que le etiquetan los entendidos?
         En el cuadro no hay turistas, ni coches, ni autobuses, ni guías turísticos, ni funcionarios del “complejo turístico”. Sólo acompañan a la Virgen de Covadonga y a la tumba de Pelayo unos pocos lugareños sin cámaras de fotos: tres que hablan en la parte inferior del lienzo, sobre el puente, y una “rapaza” que sube por un camino de tierra al santuario.
         El silencio, esto nos llega. Hoy estamos rodeados de carteles, propagandas, pantallas, que intentan llamarnos la atención, son, diría un publicista emocionado, “gritos en la imagen”.
         No aquí: es la quietud la que sin querer nos transmite el misterio del cuadro.

PAISAJE DE LA CASA DE CAMPO
1861. Óleo sobre lienzo
         Hay dos cuadros otoñales muy parecidos en la exposición. Uno es el boceto de este ante el que me paro. Brahms pareció componer sus sinfonías tercera y cuarta viendo unos cuadros como estos. O Martín Rico escuchó a Brahms para hacer estos cuadros. O es el otoño el que nos llega de mano de pintores y músicos.
         Las notas más rigurosas de esas sinfonías parecen hacer referencia a los árboles más largos y verticales; por otro lado una especie de tiempo cojín, acolchado, suave tiene que ver con las notas más simpáticas. La música parece oscilar entre los tonos del lienzo que van desde la oscuridad suave de la sombra a la luz, a la sed de luz que parecen tener algunos árboles.
         También hay una niña. Está claro que hoy tendríamos que disfrazar a una niña para ver esta escena. Tal vez aquellos románticos necesitaban pintar aquellas escenas campestres, de niña rural, con vestido limpio rural, tres cabras por allí, acompañándola. Todo para dejarlo pintado, porque sabían que faltaba poco para desaparecer, bien lo sabía Bécquer que dejó constancia de ello en algunos artículos sobre nuestros tipos populares, donde avisaba de su peligro de extinción.
         Una parte de la idea del Romanticismo es otra cosa que vemos en el cuadro: reflejos en el agua de lo que previamente ha pintado el pintor. No el reflejo de la realidad. Es el reflejo de lo que él considera que ha visto, y así lo ha reflejado.

EL SENA EN POISSY
1869. Óleo sobre lienzo
         Parece mentira, pero hasta este momento de mi visita, hasta este cuadro no se me había ocurrido que me gustaría entrar en alguno de los lienzos. Lo que no tengo claro es donde estaría más a gusto, si en la orilla que se ve en el cuadro, con lo cual yo estaría viendo al pintor; bien en la orilla de Rico, para poder sentarme como algunos de los de enfrente, con un junquillo en la boca, viendo pasar el tiempo, los reflejos de la vegetación en el río; de las nubes queriéndose pintar de rosa. Consiguiendo precisamente que por no estar el rosa evidente en aquellas nubes, pero adivinándose en algunas pinceladas, el que mira esté continuamente pensando en ese rosa, como un deseo que no se pudo cumplir.

LAVANDERAS DE LA VARENNE, FRANCIA
1864-65. Óleo sobre lienzo
         No veo en el cuadro que del pintor Martín Rico pintó Sorolla (se ve ahí un hombre de los de antes, un Lope Garrido de Tristana sin la lujuria) nada que me haga suponer que buscara la visión de las posaderas de las lavanderas, más que el paisaje que se ve en la otra orilla y su reflejo en el río. Allí enfrente se ve una laderilla frondosa, césped que tupe la subida a la ciudad.
         Imagino que tardaría más en pintar el cuadro que lo que tardaron las lavanderas en limpiar la ropa. Una vez acabada la faena en el río, subirían con los cestos con espaldar que aparecen en el lienzo, cargadas, y se cruzarían con aquel misterioso pintor, de barba tupida también, como la ladera de enfrente. Tal vez ahí sí aprovecharía para mirar con intención, aunque elegante. Y sin embargo no veo ansiedad por acabar e irse con alguna de aquellas, de las más jóvenes, aquella que al cruzarse con él se ruborizara.

CUADERNILLOS DE VIAJE
         Viene acompañada la exposición por una serie de cuadernillos de pequeño tamaño, de viaje, donde aboceta paisajes, arquitecturas, muñecos animados en su lápiz, personillas, calles solitarias, ciudades enteras…
          Esto, pensándolo bien es mejor que si el artista hubiera llevado una cámara de fotos o hubiese comprado unas postales de los sitios, porque es su visión. En realidad, ¿qué tengo yo en común con una cámara de fotos? ¿Su inmaculada objetividad?, aséptica, nítida... ¿falsa?
         No. Tengo más en común con él, porque él respira, siente, se encuentra apasionado, encuentra la pasión de dibujar esas visiones y andanzas, por apoyarme en un título de Unamuno (algo de obsesivo tiene para el que mira la foto de Unamuno mirando los campos de Castilla desde el suelo de Castilla). Martín Rico nos trae sus días en aquellos lugares con una vieja palpitación de vida, un hálito que es el eslabón con el mundo antiguo, ya dormido en también antiguos y hojarascados laureles, que podemos observar hoy aquí. Es como un milagro.

EL PATIO DE LA ESCUELA
1871. Óleo sobre lienzo
         Cada cuadro tiene una entrada, una clave que te permite penetrar allí, comprenderlo, sumergirte en la obra. Se podría comparar esa parte del cuadro que ejerce de llave del cuadro, con las palabras del abate Faria con un tal Edmundo Dantes para lo que vino después.
         Cada persona encontrará la suya, la mía de este cuadro es la quinta niña empezando por los que están sentadas en hilera, de espaldas a la pared blanca del patio. Tiene una gracia especial, está sujetando con sus dos manecillas una prenda, con una seguridad en la mirada que nos desborda y nos desarma, también hay inocencia, candor, ternura… Ternura, eso es, es la ternura por aquella niña, cuya seguridad en doblar la prenda nos entristece pero nos admira. Es una seguridad que tiene por los tiempos duros que tuvo que vivir. Antes de la democracia en España todas las familias que no fueran ricas tuvieron tiempos duros. Desde niños toreando con todo lo que suponía la época.
         Hay más niñas a su lado, ocupando lateralmente toda la pared, frente nuestro. Quizá el pintor hablara con la maestra, "mire a ver si puede poner a las niñas pegadas a la pared, y que disimulen, que no miren para acá". Quizá no, y a la hora de coser en el patio se pusieran siempre así, para que la maestra pudiera observar los avances de las pequeñas y hacerles algunos comentarios; además también ellas sentadas así ven mejor cómo cose su maestra. La mayoría están cosiendo, otras están cogidas en plena conversación en voz baja o mirando atentamente como maneja la aguja y el hilo alguna compañera.
         Lo que atrapa del cuadro es la capacidad del pintor para captar y mostrar ese momento de silencio en el patio, de concentración en las que están cosiendo. Capacidad para hacernos llegar el sueño de la niña dormida, en una cara tan pequeña en el lienzo vemos el misterio, sentimos el secreto que guarda un niño en sus puños cerrados cuando duerme.
         De la maestra, que también cose, sólo vemos un breve escorzo, y sin embargo también nos llega la rudeza de sus arrugas en la cara: resignación, manos firmes y grandes que saben lo que hacen.
         Hay un gato vigilante a los pies de la anciana, vigilando algo que nosotros no vemos y que da tensión al conjunto del cuadro.
         Patio con arabescos, azulejos moriscos, macetas, niñas con moños o pañuelos en la cabeza, fuente circular en el centro, otro gato mirando a la niña que duerme y que marca la cadencia de la atmósfera de aquel patio de la escuela en Sevilla.

LA TORRE DE LAS DAMAS EN LA ALHAMBRA
1871. Óleo sobre lienzo
         Es un cuadro muy parecido a los que hizo Sorolla del mismo rincón de la Alhambra.
         Tres cosas resaltaré del lienzo:
         1. La sombra que proyecta el tejadillo sobre las ventanas de las torres y la pared amarillenta y rojiza, tan realista que podría ser la entrada en el cuadro, la llave de la que hablábamos antes.
         2. Siguiendo con las sombras, unas manchan las torres, provocan una sensación de movimiento de las ramas y hojas de los álamos. Desde pequeño, y es algo que de lo que no he sido consciente hasta hace poco, o que sé explicarlo desde hace poco; hay algo que me hace sentir vivo, aparte del poder respirar: el viento agitando las ramas de los árboles, el sonido que hacen, los árboles que no pueden hablar nos reclaman cuando se unen al viento, nos quieren decir algo, a lo mejor sólo eso, que estamos vivos, como ellos. Las hojas juguetean proyectando sus sombras temblorosas y alegres en las viejas paredes del pasado árabe de nuestra península. Todo eso hace el momento más intenso, y todo nos llega de algo estático como es un cuadro, sin artificio, sin truco, o sea, arte que dicen algunos.
         3. Volvemos a la atmósfera creada por la presencia de los niños como en el cuadro de la escuela. En este cuadro además pasa algo extraño, no es que queramos entrar nosotros en el cuadro, como me ocurrió en otros, es que nos sentimos como uno de esos niños atareados en la jaula de cañas, y por eso, como estamos ahí, allí, podemos sentir el sonido del viento bailando los álamos, de las ramas, del cielo limpio y azul, del sol internándose hasta nosotros. Luego, cuando cierren el museo y apaguen las luces, quedará congelada la escena, para que mañana otros ojos puedan ver esto y, si miran como deben, poder pasar a aquella Alhambra pasada, presente para siempre.

domingo, 23 de septiembre de 2012

RÓMPASE EN CASO DE EMERGENCIA

         

          No sólo viene esa recomendación en algunas placas que acompañan a las cajas rojas que guardan extintores o mangueras, cambiando la palabra emergencia por incendio; también nos lo aconsejan las pegatinas-palabras que cruzan las lunas laterales de los autobuses, en caso de emergencia, accidente, romper el cristal con el martillo que cuelga como equivalente moderno a las espadas y floretes que adornaban las panoplias de los salones donde se enseñaba esgrima en siglos pasados.
          Asimismo en la película El sargento de hierro, un mando militar superior de Tom Highway (Clint Eastwood), nada más entrar a trabajar bajo sus órdenes se le queja de que él pide buenos instructores y le mandan "reliquias", que a esos viejos pellejos, militares del Vietnam que son como trastos viejos que nadie sabe qué hacer con ellos, habría que meterlos en una vitrina, y sacarlos en caso de guerra, con el mismo cartel en la caja que llevan las de los extintores o las lunas de los autobuses.

          Pues bien, yo propongo también el mismo cartel para la caja que aparece en la foto, protegiendo a Sancho y Alonso: "Ábrase en caso de emergencia". No serían emergencias relacionadas con accidentes de tráfico o de incendios. Serían emergencias distintas. Tal vez debiéramos añadir bajo las palabras imperativas algún tipo de letra pequeña, con algunas orientaciones de cuándo es una emergencia; verbigracia: cuando en la televisión veamos a cienes de personas aplaudiendo a los dos primeros compradores del móvil de última generación, cuando en el divino silencio de las tardes de lectura y siesta y siesta y lectura rompa la paz el sonido infernal de una moto rasgando la calle, cuando en las radios y las teles salgan políticos y analistas políticas, analistos políticos y opinadores políticos y opinadoras políticas farfullando memeces, cuando un escritor de vanguardia salga en cualquier medio de (in)comunicación diciendo que le ha ayudado mucho el tuiter en su nueva forma de escribir novelas, porque ahora escribe con frases más cortas pero más directas; cuando en la sobremesa de una comida a la hora del café, nadie hable de maravillosas banalidades y se esclavice más con su móvil; es decir, cuando la estupidez nos rodee y nos cubra hasta el cuello, rómpase la caja, saque a Don Quijote y a Sancho Panza para arreglar, aunque sea desde la ficción, un poco el mundo, con humor, valentía y generosidad.

          (- ¿No sería mejor abrir el Quijote y ponerse a leerlo que lo que vuesamerced propone?, me preguntaría Don Quijote en miniatura.
            - No, mi señor, que es un libro muy gordo.- respondería Sancho).

domingo, 16 de septiembre de 2012

CERVANTES (Serie de TVE 1980)

          Habría que empezar a enseñar Cervantes a los adolescentes no desde el Quijote con risa floja sobre el capítulo de los molinos, sino desde el propio milagro del escritor, que pasando guerras, hambres, cautiverios y pérdida de un brazo, no perdiese ni la vida ni la mano que le permitiría escribir el mismo Quijote. Es asombroso.

          En la serie de Alfonso Ungría (director), la escena correspondiente al hierro con que marcaban en los Baños de Argel a los prisioneros cristianos me recuerda a un cuadro de Goya, Casa de Locos. Está conseguida esa parte de la serie, como el resto, por las escenas de un tirón y la crudeza visual. Los gritos de los que son marcados con el hierro candente son creíbles, como lo es la mirada de Miguel (Julián Mateos) cuando están marcando a su hermano, y no me parece mal asociar ya al actor con el autor de El Persiles. Tal vez un pero: la nariz parece algo más aguileña en el supuesto retrato de don Miguel en la RAE, pero no me importa; ahí está la frente clara, los ojos de la lucidez, los labios apretados dando cuenta de su discreción, su porte elegante y de aguante ante lo que venga.

          "Hoy esta serie no se podría hacer", dice Alfonso Ungría en una entrevista que viene con los dvd. Y nadie la vería, añado yo, hoy. ¿Porqué? Muy sencillo, es imposible que quitando cuatro "enfermos" por la obra de Cervantes y por lógica, también de su vida, vea esta serie nadie más.
Relato una escena lenta (no es lenta, es vacía para los ojos llenos de pan) que hoy nadie aguantaría porque tendría demasiada ansiedad por ver qué es lo último que se les ha ocurrido a sus amigos del guasap, su ultimísimo mensaje de jotmeil, su inaplazable cita con el feisbuk... para que se me entienda: se ve a don Miguel ya anciano paseando con el licenciado, andan unos veinticinco metros en una secuencia deliciosa, porque creemos estar delante de Cervantes en el siglo XVII. Caminan pausadamente, hablan de forma tranquila, sin buscar emociones de artificio, el lenguaje es del siglo de oro sin ser demasiado rebuscado ni pedante, y lo más importante, parece que no pasa nada.Quiero decir que en esos veinticinco metros de demora constante, de gustación en el caminar de los dos, de palabras suficientes para dar contenido a ese hueco de película, no pasa nada y sin embargo, al igual que ocurre con algunos personajes y pasajes de el Ingenioso Hidalgo, tenemos la sensación de estar allí con ellos, de que ese aire castellano detenido en la imagen de la serie, es el mismo que respiraba Cervantes junto a su amigo el licenciado, en las horas postrimeras, donde, como el aire, también sus recuerdos y deseos parecen quedarse arremansados en el río del tiempo.

domingo, 19 de agosto de 2012

LOS ESCRITORES Y SU PRIMER LIBRO


          He echado de menos la participación de más escritores que yo hubiese conocido en el artículo publicado en Babelia, suplemento cultural de El País, pero eso es más culpa mía que de la periodista que lo realiza, Leila Guerrero, por no leer prácticamente nada recién salido o publicado, ya sea best seller o pequeña publicación, es decir, cualquier tipo, que no es mi intención suponer a unas mejores que otras sin conocerlas.

          Se propone en el artículo el azar, el tesón, la picardía o la ingenuidad como condiciones, cualidades, elementos que se dan para que un autor sea publicado o no.
          Antonio Muñoz Molina, uno de los pocos autores de los cuales me he leído algún libro de los que aparecen en este artículo, dice: "Cuando le envié (a Pere Gimferrer) la novela que estaba escribiendo y me dijo que la quería editar, fue la alegría de mi vida"; y eso se repite en muchos de los autores que cuentan su experiencia primeriza en la edición del libro, el que una persona-enlace con la editorial lee algo suyo y le gusta o no le gusta, y a partir de ahí tendrá libro o caerá en el olvido; "y le doy muchas vueltas - continúa Muñoz Molina- a qué hubiera pasado si yo no publicaba aquel primer libro, si Gimferrer no iba a Granada", es muy sincero aquí el escritor jiennense, y mi impresión sobre sus palabras me recuerda a lo que nos quería transmitir Woody Allen en Match Point, la suerte y su importancia en hechos que podrían ser trascendentes en nuestra vida.
          Sin embargo cuenta Lolita Bosch: "empecé a recibir rechazos de todas (las editoriales a las que mandaba sus novelas). Debo tener 50 (se supone que se refiere a 50 rechazos). Pero yo pensaba que era un proceso natural"; y yo estoy de acuerdo con Lolita Bosch. Creo que el proceso natural es intentarlo tantas veces como te digan no en las distintas editoriales. La mayoría de autores imagino que tendrán que luchar bastante para darse a conocer, para que le den el visto bueno por una novela o unos cuentos en una editorial, aunque está claro que habrá casos que será escribir algo y besar el santo, en el caso de Muñoz Molina no me extraña porque escribe muy bien, Plenilunio, Los misterios de Madrid o La vida por delante son libros muy distintos, pero donde se ve al gran creador que hay detrás y además una persona que maneja el lenguaje con una soltura, una contundencia y a la vez una sutileza que envidio cochinamente, así es.

          Concluyo la entrada del blog con Marcelo Figueras, escritor argentino: "pensar que cuando publicás un primer libro te transformás en escritor es lo mismo que pensar que cuando sos padre por primera vez te transformás en padre. Es algo que vas a tener que demostrarte a vos mismo todos los días", y es que ahí está la clave, puedes engañar una vez o dos pero al final no te puedes engañar a ti mismo, y creo sinceramente que el hecho de escribir es o debe ser un acto de necesidad (¿necesidad de qué?, de escribir), aun en los pasos de la corrección o documentación de una novela o un cuento o lo que sea; hoy después de lo poco que he leído y de lo mucho que me queda por leer creo que sé diferenciar cuándo un autor escribe por necesidad y con honestidad y cuándo no, y cuando se nota, sintiéndolo mucho y por mucho que le haya gustado a un editor, cierro el libro, y un lector habitual sabe cuando cierra un libro porque no está en el momento para embarcarse en esa lectura y la volverá a retomar (cuando el estado de ánimo te abra la puerta del libro) y cuándo cierra un libro que desgraciadamente sabe que no volverá a abrir.
         
    
         

domingo, 5 de agosto de 2012

EL MAESTRO DE ESCUELA Y AQUEL NIÑO (Manuel Vicent)

     
          Un domingo se distingue del resto de días de la semana, sobre todo, porque uno empieza a leer el periódico por el final, por la columna de Manuel Vicent. Además de vez en cuando a este escritor mediterráneo le dejan la hoja entera para hacer artículos más largos, como es el caso del que me ocupo ahora en escribir, EL MAESTRO DE ESCUELA Y AQUEL NIÑO, encuadrado en una serie de artículos bajo un enfoque superior llamado Días Felices.

          "Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, no hubiera sucedido nada de esto... sus esfuerzos, el corazón generoso que usted puso en ello, continuarán siempre vivos en uno de aquellos escolares, que pese a los años no ha dejado de ser su alumno agradecido", decía en una carta de agradecimiento Albert Camus a su maestro de escuela primaria, el señor Germain, con motivo del Premio Nobel que recicibió el escritor; asimismo, su antiguo maestro contestaba, "creo conocer bien al simpático hombrecillo que eras. El placer de estar en clase resplandecía en toda tu persona. El éxito no se te ha subido a la cabeza. Sigues siendo el mismo Camus".

          "En cualquier tiempo, en cualquier lugar hubo un maestro de escuela que un día puso la mano en el hombro de ese niño e hizo todo lo posible para que su talento no se desperdiciara", sencillas palabras de MV, fundamentales palabras para creer en nosotros mismos, en que más allá de Rajoys incompetentes y Zapateros iluminados, existe una ciudadanía que debe pensar por ella misma y no lo que dicte la secta. Me hacen la misma gracia los que defendían a Zapatero cuando se veía que no era capaz de llevar ni medianamente un país, y los que ahora defienden a Rajoy encantados con el cuento chino de que lo hace porque tiene que hacerlo. ¿Es que tenemos que seguir una ideología a tal extemo de no saber ver ni pensar por nosotros mismos? Ay país.
          Gracias de nuevo a Vicent por este artículo tan estimulante para la gente que nos dedicamos a la enseñanza y que sabemos básica para el desarrollo de las personas que luego serán las que habiten, gobiernen, vivan los lugares.

martes, 10 de julio de 2012

PARLAMENTO PELUCHE

   
          RAE.
          parlamento.
          1. m. Cámara o asamblea legislativa, nacional o provincial.
          3. m. Razonamiento u oración que se dirige a un congreso o junta. 
          5. m. En el teatro, relación larga en verso o prosa.

          Hay más pero las que me interesan están ahí ya. Los de la foto no se pueden comunicar más acá de a dónde nos lleve nuestra fabulación. No saben inglés. No saben de economía. No saben de educación. No saben de sanidad. No saben de obras públicas. No conocen los mecanismos de gestión de pequeña empresa o comunidad. Nunca han trabajado. Si les preguntas por los chuches te contestarán con la misma mirada candorosa e infantil que si les preguntas por la ceja.
          Pero qué bien disimulan.

jueves, 5 de julio de 2012

MÁS PERDIDO QUE UN CÓDICE EN UN GARAJE


     Al ver la imagen creo que a ningún fotógrafo reconocido, millonario o famoso se le podría haber ocurrido una foto así, tan perfecta para describir los tiempos en que vivimos y describirnos y descubrirnos a nosotros mismos. Creo que la metáfora argentina de la biblia junto al calefón acaba de ser desbancada en su puesto de claridad y lucidez por esta otra: Más perdido que un códice en un garaje.
     El trabajo minucioso, culto, de encaje de bolillos que supuso la creación de un monumento de nuestra cultura, que se concreta en un libro, contrasta con un garaje, hormigón y fealdad, humedad y cañerías para guardar en su dura entraña una joya del siglo XII, además, como no podía ser de otra forma, metido en una bolsa de plástico.
     Es la noticia perfecta para hacer una novela, y además creo que el más indicado sería Eduardo Mendoza, con su humor fino y sutil.
     De todas formas creo que ayer fue un día importante para marcar en el calendario, que quedará como una muesca en el tronco de un árbol cuando hace un corazón alguien con ánimo de dejar constancia y perdurar su deseo. El 4 de julio será más importante para nosotros que para los americanos.

jueves, 14 de junio de 2012

LA SECTA DEL PAPEL

     "Cuando leer en digital sea más cómodo que el libro, éste desaparecerá, y quedará como un vestigio estético para una secta de lectores que se reconocerán con una mirada por la calle" Manuel Vicent, 2012

     Ya he visto las nuevas pantallas, hay una de ellas que tiene: pantalla avanzada de tinta electrónica E Ink, se lee como una página tradicional, sin reflejos, incluso a plena luz del sol, lleva tu biblioteca a todas partes: puede contener hasta 1.400 libros, descarga libros en 60 segundos de manera inalámbrica gracias al wifi integrado, más ligero que un libro de bolsillo, sólo pesa 170 gramos, batería de hasta un mes de duración...

     SE LEE COMO UNA PÁGINA TRADICIONAL: ¿quién se cree esto? ¿Qué será una página tradicional para la gente que hace la publicidad de los nuevos formatos de contenedores de libros electrónicos?
     PUEDE CONTENER HASTA 1.400 LIBROS: una vez más se delatan con su misma publicidad, en este caso nada engañosa, porque precisamente eso son estos aparatos: contenedores de libros. ¿Quién va a leer 1.400 libros? por Dios, quien compre ese aparato por esta propaganda no ha disfrutado nunca realmente con la Lectura. Esa inicial mayúscula no es para pontificar la lectura, es para defender el libro usado una tarde de verano, cuando uno está en chanclas en su sitio favorito de la casa, con una botella de agua al lado, las gafas bien puestas y se olvida de sí mismo durante dos horas seguidas.
     BATERÍA DE HASTA UN MES DE DURACIÓN: me imagino a esa persona que se va de vacaciones con su libro electrónico, se le olvida cargar el aparato, no se lleva los bártulos para poder cargarlo, y de repente ¡catrástofe en el hotel!, se oye un grito de pavor por todo el pasillo lleno de turistas. ¡No podrá leer el lector de libro electrónico 1.400 libros en la playa! Diez minutos más tarde estará en el quiosquillo más cercano comprándose uno de esos libros, de papel, ediciones que sacó hace siete años EL PAIS o EL MUNDO, de grandes obras de la literatura universal.
    
Vi una película hace poco donde dos personajes de la misma estaban en un restaurante peculiar, viejo y anticuado para nuestros días de hoy. Sobre todo porque para llegar al teléfono, que era rojo, había que subir unas escaleras en curva, y el teléfono estaba en una especie de garita azul celeste. Eso era lo que Manuel Vicent llama un vestigio estético. De eso hemos pasado a los adefesios estéticos, más rápidos, más modernos, más asépticos y más aburridos.

domingo, 10 de junio de 2012

"Y VOY A PEDIR 50.000 MILLONES...

Para una autopista. Mi autopista preferida".

     El título de esta entrada junto al texto de más arriba en negrita, todo entrecomillado, es parte de una canción.
     Hoy, recién hoy, un país, un estado, un grupo de reinos de taifas, un multiconjunto de naciones plurinacionales... hoy, recién hoy, este país ha sido ayudado, subvencionado, acreditado, rescatado (oh no), por... la verdad es que me da miedo escribir Europa, el eurogrupo o Bambia... i don't know.

     Un hombre, un músico, el último bohemio del milenio escribiría allá por los defraudadores años 2000 (defraudadores sobre todo porque no hubo parón tecnológico, más que porque no pudiésemos superar nuestras diferencias con los extraterrestres de papel de plata y cartón de las películas de los años agoreros '50 y '60 del siglo pasado). Escribió ese músico que "Están buscando al responsable para que hable...". Parecía ver a un ministro económico, hoy año 2012, con la corbata acariciando unos huevos, demasiados pasados por agua podrida.

     NO ES UN RESCATE. Pero para esto no hace falta ni traje, ni corbata, ni micrófono, ni confianza de los mercados, ni seriedad estudiada. Sabemos (sabemos) que no nos rescata nadie.

domingo, 3 de junio de 2012

REINICIAR MÁS TARDE (ANDRÉS TRAPIELLO EN LA BNE)

 
     17 de mayo de 2012, BNE.
 
     Un hombre solo.
     Una sala con unos cuantos románticos y luego gentes que van a estas cosas por ir.
     Lo que más llama la atención del salón de conferencias de la BNE es la absoluta comodidad de las butacas. Nunca he estado en un  teatro, paraninfo, auditorio, etcétera, con unos asientos de los que cueste tanto levantarse e irse, como hicieron dos personas con pinta de que iban a las conferencias de A.T. como hubiesen ido a la del doctor Dukan o a cualquiera para luego decir delante de sus amigos "estuve allí". Como palmera, pero estuve allí.

     No sé si se enfadó A.T. porque no estuviera la persona que lo invitó a este ciclo de El libro como universo, pero parecía. Tampoco parecía hacerle gracia que le estuvieran metiendo prisa para que terminara. No sé si tuvo algo que ver esto que luego no hubiera preguntas de los espectadores a A.T. pero la chica que venía tan dispuesta con el micrófono se quedó con una cara... seguro que no ha leído ningún libro del Salón de pasos perdidos.

     Me equivocaré tal vez con esto que cuento, pero es lo que me parece a mí que pasó. Era como estar delante de un episodio del Gato encerrado, o de El tejado de vidrio... algo así... y claro, disfruté.

     Yo no sé si de las 100  (tal vez más) personas que estábamos allí, se dio cuenta alguien de lo difícil que es preparar una conferencia como aquella. Empezó a las 19.10 más o menos, tras la breve presentación a A.T. de una mujer que no sé quien es. Y terminó cerca de las 21.00...
Hoy en día que con ordenador, televisión, móvil... estamos ante el pajareo de hiperactividad vacía constante, y la no profundización en nada, me gustó ver "una clase" en tipografía y amor al papel y el libro.

     Después de leer los cuatro primeros volúmenes de la Novela en Marcha (Salón de pasos perdidos) entiendes bastante los gestos del escritor.

     No percibí odio, ni rencor, ni siquiera ironía en el comentario que hizo sobre la cantidad de tipos de letra que existen hoy en el mundo informatizado, y de la posibilidad de convertirnos cada uno de nosotros en editor.Y me extraña que no sienta nada de eso, cuando uno ha leído todos los esfuerzos, incomodidades y sí, también, romanticismo en su tareas de impresor. Tal vez es que a mí en su lugar sí me diera un poco de risa la revolución tecnológica y la democratización del elegir la tipografía de un escrito. No porque eso sea malo, sino porque quién sabe las horas que le ha dedicado AT al trabajo artesanal del papel, a indagar en las distintas tipografías de épocas anteriores.

     La principal idea de la conferencia, y sin la que todo lo demás es anécdota, fue una aseveración que hizo Juan Ramón Jiménez, que nos trasladó AT en la charla y que creo haber leído en algún volumen de La novela en marcha, grosso modo: un libro en distintos formatos se convierte en lecturas distintas. Sé que no es tal cual, pero a mí me parece que está claro. Tuve un presentimiento de estas palabras antes de conocer a AT. Fue hace unos 12 años. Compré España Invertebrada y La Redención de las provincias de Ortega, unidas ambas obras en una edición de antes de la Guerra Civil (no tengo aquí el ejemplar y por tanto no sé el año). Nunca había tenido un libro viejo o antiguo en mis manos. O por lo menos no los había valorado antes. Leí el libro. Me gustó algo ese olor, ese tacto, incluso las pequeñas manchas. Me gustaba pero no sabía explicar por qué. Hasta que llegué a una conocida tienda gigantesca en el centro de Madrid donde más libros compraba anteriormente a el hallazgo orteguiano. Vi una de las dos partes del libro en una edición moderna, y ahí comprendí todo. ¿Me hizo falta la conferencia para entender todo esto mejor?... No lo sé, tal vez es no sentirte solo en ese amor un poco enfermizo por el papel y "los papeles viejos".

     Cuando se terminó el acto me hubiese gustado acercarme y decirle algo. Pero me quedé sentado, pensativo, mirándole. Tras la charla algo se había roto, se veía en su actitud. La pasión saltó del papel a la realidad, donde es menos pasión, pues la realidad "defrauda de tal manera" como diría J. Sabina...
No, la visión romántica de las cosas es desde una distancia. No hacía falta acercarme para constatar que donde más cerca está uno de la verdad de un escritor como AT es lejos, en sus páginas del salón de palacio venido a menos, antiguo, olvidado de todos y de todo.

     


miércoles, 30 de mayo de 2012

JUGANDO A SER ECONOMISTA

     "Tenemos todos la culpa" es la frase favorita de la Banca Todopoderosa. Esta frase junto con un nutrido grupo de palabras con el que diariamente nos marean la perdiz o la zanahoria delante de nuestras narices, es, digámoslo claro la prueba de que nos están tratando como si fuéramos niños o gilipollas.

     Prefiero lo segundo, porque a los niños no se les miente, o mejor dicho, no se les miente tan burdamente como lo hacen con nosotros los políticos, dirigentes de la banca y otros personajes de traje y rapiña.

     Es acojonante cómo se les pone los pelos de punta de la emoción a distintos economistas en los medios de comunicación alabando el euro y lo mal, fatal, que estaríamos sin él. Pero no dicen todo. No dicen que sin el euro mucha gente no podría vivir del cuento. Si no recuerdo mal, donde un botellín de cerveza costaba cien pesetas con la peseta, subió por obra y gracia de mangantes y aprovechados a ciento sesenta y seis pesetas y pico con el euro. Como esto, lo demás. (No sé quién tiene la culpa si el distribuidor, la subida de gasolina y por ello el transporte, el que lo pone en el bar; que en esto no hay acuerdo)

     Pero la fábula más extendida es la de los pisos, y la murga de la BT a los currantes: "No haberte comprado un piso, si no lo podías pagar después". Y tienen toda la razón del mundo, mirad como asiento. Pero lo mismo se le podía decir a la BT: "No haberte podrido jugándotela con la especulación para ganar más y más y más". Así que hay rescate de mamá estado para la gente que tiene ahorros honrados en tal o cual banco / caja, NO PARA SUELDAZOS NI JUBILACIONES VERGONZOSAS, para los que de verdad han destrozado la economía, comparados proporcionalmente con los que compraron UN PISO. Porque, que yo sepa, salvo en Cataluña con un caso, el que no puede seguir pagando piso, se lo quitan.
Pero esperad... no escucháis algo... son risas, son las carcajadas de los miembros de la BT, como diciendo: "Qué pardillo, leche, la BT es intocable porque hay gente de ___________ y de _____________ dentro de ella" (cada uno que ponga lo que quiera aquí. Rellene a su gusto, sólo hay que saber leer y abrir los periódicos).

     Vemos todos los días titulares que habrían de sonrojar a políticos y a la BT. Verbigracia: Aeropuerto sin aviones, AVES sin utilizar, Banquero X cobrando __________________ por jubilación...

     Una casa no es un collar de perlas. Si alguien todavía respeta ese papel que se llama Constitución, y lo ha leído, ahí pone que todo español tiene derecho a una casa digna grosso modo. No 40 millones por un cuchitril.
Claro. esto es como la Alta Cocina, con algunos adornos es el no va más: a saber, términos radiados, televisados... liberal económico (todo lo contrario a lo que significaba liberal hace doscientos años), confianza, mercado global... y otro tipo de aliños para ensaladas caducadas.

Pero cuidado, esto es subjetivo. No tengo ni idea de economía. Aunque creo que los que hacen números desde arriba (los gerifaltes, vamos), saben de eso, de números, no de la vida cotidiana de los amos y amas de casa. Y es que los amos del mundo no son amos de casa.

Por cierto, a los que nos tratan como gilipollas: que intentéis engañarnos, vale para el tonto que se lo cree. Pero que os engañéis a vosotros mismos os debería dar vergüenza, menudo mundo les dejáis a los hijos, de los hijos, de los hijos, de...

lunes, 28 de mayo de 2012

LA NOCHE EN NEGRO

taberna Amboades
Toledo, 25 de mayo de 2012

LA NOCHE EN NEGRO


A la hora en que la luz es expulsada por la sombra,
y el sol firma su sentencia en fuego allá en el último resplandor,

a la hora en que cierran las puertas de puerta Bisagra,
y la luna inaugura la noche de los tiempos,

a la hora en que el águila bicéfala yergue sus cuellos en el blasón
sin meter la cabeza debajo el ala,

a la hora en que el judío toma la judería,
y riega la callejuela con un rumor imperceptible de pasos,
el árabe se asoma al minarete,
y recuerda una palabras en un idioma lejano pero familiar.
A la hora en que el cristiano
apoya el tahalí de cuero en un rincón de la taberna,
y deja la espada durmiendo su venganza...

a esa hora...tomaron la noche en negro,
murallas adentro,
el vino y su veneno dulce y amargo,
la pintura y su verdad atrapada en el disfraz de la mentira,
la música y su viaje de huida, de encuentro, de evocación,
y las letras, en el idioma en que Cervantes soñó con el sueño del Hidalgo
en una prisión allá en el Sur.

Gracias a Miguel Ángel, Valentin, El Greco , Goya, Alberti, Velázquez , Palestrina y todos los que de un modo u otro conjuramos LA NOCHE EN NEGRO.

miércoles, 16 de mayo de 2012

ESCLAVOS DE PELOTAS

     Hemos llegado a la hemoglobina de la saturación. Esto no hay quien lo aguante.
     Empezando por el domingo: todas las radios violan la tranquilidad del coche, el día previo a la vuelta al trabajo semanal. Descontando radio clásica, radio 3 y alguna radio musical, todas las demás son un revoltijo de frases hechas, heroísmos de cartón piedra y mucho negocio al habla y, sí, también subterráneo, como las ratas.

     Es mejor ver a "tu" equipo o levantarte a las 6 de la mañana a seguir al simpático Fernando Alonso que saber qué pasa en la vida. Y no me refiero a leerte el Financial Times, ni siquiera el País. Es otra cosa. Otra cosa que si no sabes cuál es, tú, sí tú también, eres esclavo de pelotas.

     Viendo a los jugadores del Real Madrid en la fuente de la diosa Cibeles me recordaban más a cualquier cosa que a un equipo de fútbol. Se parecían más a un grupo de jóvenes que se van de vacaciones a Punta Cana, y cuando llegan allí se creen los "putos amos". También era curioso ver la plataforma a poca altura del suelo que montaron en el Bernabeu, parecían desconocerse entre ellos, como cuando entras en la discoteca veraniega y la euforia te hace sentir amigo de todo el mundo. Gran engaño.
     El Barça no es distinto. Sí en el exterior, las formas. Pero la filosofía es la misma. Con su Masía y todo. El Madrid se cree la hostia porque es el Madrid, ya está. Y el Barça tiene el componente glamouroso nacionalista. Todo el que va cae en la red. Pero por favor, perdónennos, cómo va  a leer un libro de Historia un jugador de fútbol (que me perdonen todos aquellos futbolistas de primera división que sepan quien es Ramiro II de Aragón). Todos caen en el mismo camelo.

     Luego están el Atleti, el Valencia, el Zaragoza... equipos que quieren ser grandes, ricos, excesivos. Quieren ser como el Madrid y el Barça, y no se dan cuenta de que lo único que tienen que merezca la pena, es precisamente aquello de lo que carecen esos "dos grandes clubes". Lo mejor que tienen es la pasión y el espíritu que no se pudieron, ni se pueden, ni podrán comprar con dinero. Pero luego resulta patético esa envidia infantil al Madrid (sobre todo al Madrid) y al Barça. Decía Séneca que la crueldad nace de la debilidad. Pues eso.

     Tal vez la excepción es el Athletic de Bilbao. Jugadores de allí. Quizá no estaría mal que a todos los clubes se les exigiera que un porcentaje mínimo de su plantilla hubiese crecido en su cantera. Un mínimo de amor al equipo se garantizaría, aunque no nazcan en el lugar, cosa secundaria. Pero sí haberse criado en un lugar, jugando al fútbol, para luego defender esos colores, y no los de los billetes.
    
     El fútbol, como deporte es muy divertido, casi de lo que más de todo lo que existe para entretenerte. Pero el fútbol de las teles, las radios... circo romano hoy. Y mañana no habrá ni ruinas venerables.

lunes, 7 de mayo de 2012

película 01 EL TURISTA ACCIDENTAL


Las únicas sonrisas que se le abrieron en el pecho al protagonista son las que le proporciona la compañía de Muriel (Geena Davis), la extraña mujer
El turista accidental somos todos; la vida es viaje y muchas de las cosas que nos pasan, pasan y ya está, no hay que darle más vueltas. Eso debió pensar el protagonista cuando se descubrió a sí mismo sonriendo al espiar a Muriel cantando, mientras ella lavaba los platos, como si no existiese nada más que esa canción y aquel rincón íntimo y cotidiano, como metáfora absoluta de la felicidad de andar por casa.
No es recomendable ver esta película con sueño a eso de las tres de la tarde, no porque sea mala, sino por la lentitud. Pero esa lentitud es natural y llena de matices en cada escena gracias a que el ritmo lo saben mantener los actores, que sin ser los archiconocidos americanos, saben hacer su trabajo con solvencia y en algunos casos brillantez.
El primero al que hay que aplaudir es a Edward, el perrete. Parece tranquilo pero luego se la va la pinza y empieza a hacer de las suyas. Gracias a eso Muriel se irá acercando más a Macon, pues ella es amaestradora de perros y la contrata para que le enseñe algo de civilización a Edward.
Macon (William Hurt) hace una gran papel. Difícil, no porque tenga que saltar de un coche en marcha, o porque tenga que hacer puenting ( o su doble), no, nada de eso hay aquí. Hace un buen papel porque mantiene una coherencia en toda la película. Y es su cara, aparentemente sin mudar en toda la película la que nos gana. Lo entenderá el que llegue hasta el final.

En cuanto a los personajes secundarios, tengo que decir algo en general de los actores secundarios. Que los mejores son los que no desentonan. Y preguntará alguna persona insatisfecha con esta afirmación ¿y ya está? Sí. Y es lo más complicado para cualquier actor: no desentonar.
Si lo pudiéramos comparar con la vida en un barco de guerra, por ejemplo, las reglas serían estas:
el actor principal es como el capitán del barco, es el puesto de mayor responsabilidad, y no se puede arrugar cuando vienen las cosas mal. Sea en forma de enemigo armado hasta los dientes, en cuyo caso no podrá agacharse y deberá andar estirado en el alcázar de popa; sea en forma de oleaje o temporal, donde tampoco podrá irse a la bodega del barco a llorar en un rincón entre barriles.
El actor secundario sería como ese marinero que puede holgazanear durante mucho tiempo, pero que cuando el contramaestre truena ¡Al abordaje!, se lanza al barco enemigo como si fuese su último abordaje.
Y aquí los actores secundarios esperan bien la ola, por seguir en el mar, y cuando llega saltan bien y no les tira apara atrás, saben escapar hacia delante sin que los voltee.
Luego, practicamente durante toda la peli, todo es enredo y caos (sin tiros ni silicona), para un hombre que se había convertido en autómata, destemplado, que una mañana se encuentra de frente con la lucidez. Es curioso porque esos momentos son únicos y aislados. Ni vuelven ni se recuerdan tal cual. Es como si a alguien distinto a nosotros le hubiera pasado. 

miércoles, 25 de abril de 2012

PARA (NO) SER UN RECUERDO HABRÁ QUE SER UN RELOCO

          Una canción dice que "para no ser un recuerdo habrá que ser un reloco". Y es verdad, y es verdad. Si no quieres ser lo que la gente quiere que seas te estás exponiendo al fuego amigo y sus miradas-tiros de arcabuz, sus habladurías a tus espaldas y lo que en realidad genera todo eso: la envidia, fuente de enfrentamientos y malos entendidos para las personas a las que les encanta ser malos entendidos y atizar con virulencia el fuego que queme tu imagen en la plaza pública (sí, lo que se hace con banderas o fotos de dictadores en algunos lugares). Aquí la palabra recuerdo tiene un sentido peyorativo, de souvenir corriente de plástico que se puede comprar lo mismo en Aranjuez que en Sevilla y que en Barcelona.

          Por otra parte no hay ninguna canción, que yo sepa, que diga que "para ser un recuerdo habrá que ser un reloco". Y tampoco es mentira, y es verdad, y ¡es verdad! Tiene sentido romántico aquí la palabra recuerdo y es ese hombre de los cuadros de Velázquez que ha aguantado en la puerta de la taberna catorce siglos y aún más, con arrugas en la cara, los mismos surcos y bellos rertorcimientos del tronco de los olivos que veía en verano anochecer con tres tragos de vino junto al resto de parroquianos duros y silenciosos, y que no existen más, hoy, en este plastificado siglo XXI, donde hay tanto ombligos y tan pocas arrugas como surcos. Este recuerdo es artesanal, único y parecido a los demás. Pero no en serie.

miércoles, 18 de abril de 2012

PALABRAS, NIÑEZ Y RECUERDOS


Es curioso la fuerza que ejercen en nosotros las palabras. Escucha uno la palabra escuela y le vienen a la memoria los lápices con la punta recién sacada y su olor inolvidable, un babi azul marino y los partidillos de fútbol después de clase. Sin embargo escucho colegio y ya pienso en las gotas de lluvia que corrían por la ventana los días grises, el reloj parado en la pared gris y la cara (gris) de don X… todo gris. Oficial, obligatorio, gris.
                Me pasa lo mismo con las palabras maestro y profesor. Maestro me suena a aquellos del Renacimiento (afán, constancia, algo de locura y mucho genio en ayunas), o a los que salen en los libros de Blasco Ibáñez o Josefina Aldecoa: miseria y devoción por la enseñanza. Sin embargo la palabra profesor me suena a cumplir horarios e instruir. Tal vez en la Universidad, la palabra profesor adquiera una altura, una consideración, si ves que quien se sube a un estrado no lee continuamente de un papel y transmite con sus maneras igual que con su memoria.
                Lo que pasa es que los pequeños y pequeñas que nos rodean en las aulas no son tontos y a las palabras colegio y profesor les cortan imaginariamente con sus pequeñas tijeras lo que ellos creen conveniente, lo que les sobra.
Lo hacen intuitivamente: colegio se queda en cole, y así tiran a la basura el recorte gio, es decir las caras largas, la sirena que marca el final del recreo, la extrema disciplina… todo aquello que tenía la palabra colegio. Y cambian todo eso para quedarse con la sirena que suena para anunciar el principio del recreo, las risas que pueblan los pasillos, los cambios de cromos a las doce y cuarto (lete…lete…lete…¡nole!) y la comba al sol; que es a lo que suena cole. Nos ha fastidiado.
                Y con profesor pasa lo mismo.  Si en la Universidad tiene algo respetable este término, en el cole la palabra profesor es un rollo. Y nuestros chicos y chicas cogen alegremente (es que hay que cerrar los ojos, imaginártelos y verlos) las tijeras y ¡ras!: el trozo sor a la papelera. Así, sin más. Allí donde había seriedad ahora ha de haber jovialidad. Antes ceños fruncidos, hoy sonrisa comprensiva, ánimo. Aunque ellos saben que de vez en cuando tenemos que agregarnos el sor otra vez, y se dirigen a la papelera, cogen el trocito de papel y con la barra de pegamento nos permiten volver a ser profesor, si han hecho o han dejado de hacer algo que no debían y saben que “tenemos que hablar”. La mayoría de ellos quieren armonía en la clase, no injusticia, que también la entienden “aunque sean niños”.
                Para terminar con todo esto de lo que le dicen a uno las palabras, lo haré con algo relacionado con la palabra libro. Y no voy a ir a la etimología ni voy a poner definiciones ingeniosas de autores o autoras de lo que ellos consideran qué es el libro (por otra parte ambas cosas respetables).
                El otro día vi (otra vez) la genial película “Huracán Carter”. No sé si la habéis visto, pero tranquilos que no voy a deciros cómo termina. Sólo decir que es una película muy bien hecha, donde además la banda sonora cuenta con una canción brutal de Bob Dylan, que comparte título con la peli. Y Denzel Washington se sale. Pero lo que más me gusta de la película es cuando algunos personajes de la película van a una feria de libros usados, y se ve a una carretilla elevadora que vuelca un montón de libros en una especie de cajón gigante donde se abalanzan un montón de personas a por algún tesoro (El que va a esos sitios sabe que es como ir de caza). Pues bien, el niño (casi adolescente) que coprotagoniza la película coge un libro que luego será esencial para el desarrollo del argumento, y alguien en algún momento de la peli le dice que es el libro el que te elige a ti y no tú a él, o algo así.
               

lunes, 16 de abril de 2012

APAGANDO EL MÓVIL ALLÁ DONDE HAYA COBERTURA


               Ya ha pasado el tiempo de la charla después de comer, a la hora del café. Ahora has de tener móvil si quieres comunicarte con los demás a través del “guasap”. Uno sintió muchas veces las ganas de dejar caer con elegancia y algo de desprecio el móvil a una papelera o un cubo de basura.
                Da pena también. Recuerdo un vídeo que nos ponían en la escuela en séptimo u octavo, de una colección que trataba sobre deportes. Una entrenadora de tenis decía que había que tener cariño por la raqueta que se utiliza. Lo decía con pasión y verdad. Como si a los implementos que utilizamos en nuestra vida tuviéramos que tratarlos bien, que eso luego redundará en nuestro beneficio. Pero un móvil, que es cierto que en un viaje nos puede ayudar o sacarnos de algún otro apuro, ¿le debemos veneración? ¿es dependencia? ¿es necesidad? ¿es amor?  No me gusta la trascendencia, ya apuré sus posos en los libros de Saramago.
                Tampoco estoy de acuerdo con los habladores de radio o televisión, que desde un púlpito imaginario hacen cátedra de no se sabe qué ciencia, afirmando con una oscura vehemencia: HEMOS FRACASADO, NO NOS SABEMOS COMUNICAR. EL SER HUMANO TIENE QUE ECHAR MANO DE APARATOS PARA COMUNICARSE.
                En algunos años del siglo XX, aquí en Hispania, cuentan, que para leer algunos libros tenías que comprarlos de forma clandestina, porque estaban prohibidos. Hoy cienes y cienes de gentes pasan de largo ante un libro de Camus y Machado, para abalanzarse a la Sombra del viento o Iacobus. 

                Que dejen en paz a la gente, el primero yo: ¡no leas!, o mejor, ¡lee!, ¡lee todo!, desde los jeroglíficos nombres de los componentes del champú hasta las instrucciones del secador de pelo que anduviere por tu casa.
                Yo soy particular como el patio de la canción, y todavía tengo ni un puñado de amigos con los que sí guardamos esas charlas, cortas pero anchas, donde el tiempo se detiene en las fotos de caza del restaurante de Illescas, que parece de los de antes.
Por todo esto y mucho menos, lo más subversivo hoy es apagar el móvil donde haya plantaciones de ellos, y dejar perderse el tiempo entre los cafés y la charla sobre todo y sobre nada. La felicidad al alcance de la mano.