domingo, 23 de septiembre de 2012
RÓMPASE EN CASO DE EMERGENCIA
No sólo viene esa recomendación en algunas placas que acompañan a las cajas rojas que guardan extintores o mangueras, cambiando la palabra emergencia por incendio; también nos lo aconsejan las pegatinas-palabras que cruzan las lunas laterales de los autobuses, en caso de emergencia, accidente, romper el cristal con el martillo que cuelga como equivalente moderno a las espadas y floretes que adornaban las panoplias de los salones donde se enseñaba esgrima en siglos pasados.
Asimismo en la película El sargento de hierro, un mando militar superior de Tom Highway (Clint Eastwood), nada más entrar a trabajar bajo sus órdenes se le queja de que él pide buenos instructores y le mandan "reliquias", que a esos viejos pellejos, militares del Vietnam que son como trastos viejos que nadie sabe qué hacer con ellos, habría que meterlos en una vitrina, y sacarlos en caso de guerra, con el mismo cartel en la caja que llevan las de los extintores o las lunas de los autobuses.
Pues bien, yo propongo también el mismo cartel para la caja que aparece en la foto, protegiendo a Sancho y Alonso: "Ábrase en caso de emergencia". No serían emergencias relacionadas con accidentes de tráfico o de incendios. Serían emergencias distintas. Tal vez debiéramos añadir bajo las palabras imperativas algún tipo de letra pequeña, con algunas orientaciones de cuándo es una emergencia; verbigracia: cuando en la televisión veamos a cienes de personas aplaudiendo a los dos primeros compradores del móvil de última generación, cuando en el divino silencio de las tardes de lectura y siesta y siesta y lectura rompa la paz el sonido infernal de una moto rasgando la calle, cuando en las radios y las teles salgan políticos y analistas políticas, analistos políticos y opinadores políticos y opinadoras políticas farfullando memeces, cuando un escritor de vanguardia salga en cualquier medio de (in)comunicación diciendo que le ha ayudado mucho el tuiter en su nueva forma de escribir novelas, porque ahora escribe con frases más cortas pero más directas; cuando en la sobremesa de una comida a la hora del café, nadie hable de maravillosas banalidades y se esclavice más con su móvil; es decir, cuando la estupidez nos rodee y nos cubra hasta el cuello, rómpase la caja, saque a Don Quijote y a Sancho Panza para arreglar, aunque sea desde la ficción, un poco el mundo, con humor, valentía y generosidad.
(- ¿No sería mejor abrir el Quijote y ponerse a leerlo que lo que vuesamerced propone?, me preguntaría Don Quijote en miniatura.
- No, mi señor, que es un libro muy gordo.- respondería Sancho).
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