sábado, 4 de octubre de 2014

EL ÚLTIMO SOL DEL VERANILLO DE SAN MIGUEL

         

          Llegan las casetas, los libros, los libreros aburridos en sus estantes, al paseo de Recoletos. Es otoño y Los Madriles tiene tardes de un sol que todavía calienta.
          Entras en la ciudad, la villa, como gusten, por Santa María de la Cabeza con el coche cruzando un puente sobre el Manzanares, es necesario ir despacito, hay una vista especial desde allí, los tejados castizos a la izquierda se desparraman allá enfrente, mezclándose con edificios ultramodernos y cúpulas de iglesias que la modernidad todavía no ha podido hundir, si giras más la cabeza, verás el Calderón, sin ser del atleti, me gusta que me salude como un anfiteatro moderno, un coliseo de plástico y hormigón que tiene un nosequé, parece que lleva allí desde siempre.

          Subes Santa María de la Cabeza, tuerces arriba hacia la calle del Ferrocarril, sufres las poleposition de taxistas y pilotos de fórmulasunos disfrazados de madrileños con prisas, en los semáforos de esta calle con nombre tan bonito, hasta que coges el paseo de las Delicias donde continúan las carreras, aquí ya se unen también las furgonetas de repartidores que corren como el demonio, y subes, subes, subes hasta que llegas al muelle, puerto, rompeolas de Atocha, donde empiezan todas las historias, hasta las que terminan, allí, tendrán siempre un "¡hasta luego, hombre!" del churrero de la esquina o del guardiajurado del Parking. Haces la rotonda de Atocha y hacia el paseo del Prado el tráfico te engulle, te lleva en volandas, aquí cambia un poco el parque automovilístico, porque se unen a la fiesta del asfalto audis, bemeuves, lexuses, algún ferraris y coches así, casi todos de extranjeros que han venido a Madrid para nutrir de ficción una ciudad que ,como dijo el gran Umbral, sin escritores no sería nada.

          Y eso es lo que uno va buscando, las huellas de los de antes. Aparcas como puedes, y ya puedes andar que es como hay que conocer Madrid: caminándolo hasta saborear cada placa, cada edificio o café. Saludas a Velázquez, que no lleva ahí sentado desde que dicen las güiquipedias, en bronce, lleva desde siempre viendo pasar las cosas hasta que su pincel les daba una vida mejor, hacía pasar a los reyes, infantas, perros de palacio, hilanderas y herreros de La Corte a una vida mejor, por que les daba el aire que necesitaban para vivir y sobrevivir los siglos y que el que lo viera también lo pudiera respirar, y hacer el camino de los siglos a la inversa, para encontrarnos todos: tú, yo con Agustina de Sarmiento fuera del tiempo, en el alcázar de Madrid. Dejas el Prado atrás, saludas a Neptuno también que te hace un gesto un poco hosco porque sabe que no eres del atleti, aunque con tanto tiempo viéndonos deja un atisbo, un comience de sonrisa, que no se completa y por tanto, más querida. Y sigues hasta la Cibeles, que guarda en una mano los dados del azar, ésta te sonríe abiertamente pero elegante y sin mostrar los dientes, te conoce más, y va a tirar los dados esa tarde para que el azar te lleve hasta el libro que quieres. Para que el libro te salga al paso.

          Feria de otoño, del libro viejo y antiguo, veintiséis edición. Octubre, Madrid, Paseo de Recoletos. Este año han modificado el tramo, están de obras en el de siempre y han avanzado hasta darle la mano a Colón allá. Mejor, queda la terraza del café Gijón dentro del recorrido, da igual entrar que no, es saber lo que fue (es, si lees) y mirar. Nada Más. Limpias la gafas antes de bajar al fondo marino, al fondo bibliográfico, a las raíces y los corales. Aquí no hay libros electrónicos, ni música machacona, hasta los ruidos del tráfico parecen amortiguarse y desaparecer por la muralla de papel.

          Hay tres formas de estar en las casetas, contando con que te guste estar allí, si no, es mejor coger el móvil de última generación, o sea el de hoy porque el de ayer está pasado de moda, irte al estarbacs y comprarte un café de plástico, a guasapear. Entonces en las casetas no pintas nada.
Me refiero al que va allí porque quiere ir, a la feria, ese tiene tres formas de estar que se pueden combinar en cualquier momento: buscando algo, no buscando nada o comprando porque ibas a comprar sí o sí.
          Uno empieza sin buscar nada. Pone la mente en blanco para que ningún título monopolice la vista, y deja que vayan pasando por sus manos libros, y más libros, y más libros... sin prejuicios, con bastante entusiasmo enmascarado, con algo de escepticismo mascarado. Por si acaso.
          Y en esas estábamos, ayer tres de octubre cuando lo vi. Primero vi el nombre del escritor, que en principio sólo me interesó, por la costumbre. Luego, el título. Después la aceleración en las pulsaciones y algo de sudor. Nunca hay que precipitarse al tomar el libro de entre los demás. Es un movimiento un poco mimético con lo que hay alrededor, pero firme. Ese libro es tuyo, porque la Cibeles ha echado los dados, porque estás en Los Madriles y te ha regalado un veranillo de San Miguel con sol. Último soles que se pierden por el Palacio de Oriente, dándole en la coronilla a Felipe IV, belfo en sombra.
          No puede ser. Es El Libro. Cientos de búsquedas por internet, en tantos puestos de El Rastro, en la Cuesta Moyano, con Baroja riéndose de mí por dentro, con su abrigo, tantas ferias del libro aquí y allá. La última decepción en la búsqueda de el libro que ayer encontré me había pasado hace poco, un malentendido de una tienda de libros que decía que sí lo tenía. "Que sí, que sí, no se preocupe", para mandarme más tarde un mensaje: "Lo sentimos, está descatalogado". Bah.



          El tomo que está en venta por la red vale muchos euros, parece una broma. Parece. Ayer me salió como ir al cine, más o menos, con media ración de palomitas.
          Se hace de noche. Me voy con la pesca coleando en la bolsa de papel. La dejo en el asiento de copiloto y antes de volver a cruzar el Manzanares en dirección contraria, hacia la provincia de Toledo, miro el par de libros, Umbral me volvió a engatusar para acompañar al otro. La feria de otoño llega sin hacer ruido de motor ni echa humo de tubo de escape, no tiene música cojonera de móvil supermoderno. Aparece en Recoletos de la mano de Neptuno y la Cibeles, así como una sonrisa sin enseñar los dientes.

domingo, 3 de agosto de 2014

PELÍCULA 06 SENDEROS DE GLORIA (Paths of Glory)

          

          Es inevitable acordarse de Gallipoli, la heroica película de Peter Weir, no porque fueran heroicas las razones de I Guerra Mundial, sino porque ver a esos muchachos llenos de vida ser llevados al matadero de las primeras trincheras-ratoneras, se convertía en algo triste, sí, pero con la fuerza del mito, que en estos casos fue verdad.

          Poco podemos desde este humilde blog aportar a lo dicho sobre esa furia andante que tuvo por nombre Kirk Douglas (Coronel Dax en la peli), pero es también insuficiente lo que se diga de este actor; al verlo enfadado y harto ante tanto desmán de los superiores, está uno deseando que se quite con violencia y premura el uniforme gris de coronel, y aparezcan las sencillas telas de ciudadano romano de segunda, de Espartaco desatado, para apuñalar con saña a tanta gentuza con galones (no estaría mal que esto pasara en la escena del juicio a los tres inocentes soldados elegidos al azar, que saltara por encima de las mesitas versallescas y se liara con la faca a por los mandamases Douglas padre).
       
          Si esta película la echaran en el cine, iríamos corriendo a pagar religiosamente nuestra entrada, para verlo intacto recorrer arriba y abajo las trincheras, como un tiburón perdido en un río gris, oliendo el miedo de todos los chicos, preparados y apunto para la matanza correspondiente.

          Hemos empezado esta entrada del blog emparejando, emparentando Senderos con Gallipoli; se me ocurren otras dos películas relacionadas con una escena sublime, triste y esperanzadora a partes iguales. Esta es: aparecen todos los soldados en la cantina, emborrachándose a modo, y aparece el cantinero sacando del brazo a una bella muchacha sobre el escenario del local; cantinero que es como un Sancho Panza francés, pero que al bueno de Sancho este ruin y soez mesonero no le llega a la altura de las alpargatas. El cantinero, con la lascivia desbordándose por toda su redonda cara, hace reír a la concurrencia haciendo unas gracietas sobre la chica que no suelta del brazo. Esto de la diversión de la tropa en la guerra se supone en todas las guerras desde que el hombre campa por el mundo, pero adonde yo quería llegar es a la relación que tiene esta secuencia con la de unas chicas-Playboy bailando ante los soldados de Estados Unidos, en la película Apocalipsis Now; Con una pequeña pero irreconciliable diferencia entre las dos películas, la escena de las chicas-playboy no tiene un final moral explícito, Coppola deja al espectador ante sí mismo: te puede parecer bien, mal, regular o inevitable, pero no entra en más. Por otro lado, Kubrick sí termina la escena de forma distinta, deja un mensaje más claro: de repente la chica, libre ya de las garras del pequeño oso-hiena empieza a entonar una canción en alemán (recordemos que ellos ¡son franceses!), y los que hasta ese momento eran unos groseros y baobosos borrachos, van tornándose, a la velocidad que se pone el sol tras una colina, en mansos seres humanos, la melodía como un invisible ovillo de humanidad, va deshilándose y compartiéndose por todo el tugurio, las caras desencajadas se vuelven apacibles, nos recuerdan que esos hombres tienen madres, hermanas, novias o mujeres, esperándoles, cerca o lejos, y esa melodía cuya letra desconocen, va entrando en ellos, sacándoles lo mejor de sí mismos. Y es precisamente en ese momento cuando se me vino a la mente Casablanca, cuando se canta La Marsellesa en el Café de Rick, no sé explicarlo muy bien, pero sentí una emoción parecida. Hasta ese torbellino de fuerza que es el coronel Dax, que fue el mítico Espartaco, el obsesivo Van Gogh, es decir, el señor Douglas, al ver desde fuera todo lo que ocurre en el antro, nos regala una mirada y una expresión que nos enseña al gran actor, sutil cuando hace falta, aunque su fuerza aguarde latente.    

miércoles, 30 de julio de 2014

DAGUERROTIPOS 01: FRANCISCO UMBRAL, UNA TRAMPA MORTAL Y ROSA

          

          La gente no lee a Umbral como no juega al corro de la patata. Y los que lo leen no saben explicarlo porque quieren explicarlo desde el personaje: ese señor que parece un Larra o un Espronceda venido a menos, que se ha escapado del museo de cera y que no sobrevive, claro, en este mundo de siliconas, guasap y más catálogos de plásticos. Y así no.

          Veamos: Día del libro. Madrid. Café Gijón. Hace cuatro o cinco años, charla sobre Francisco Umbral. Componentes de la mesa: María España, Ramoncín, Juan Luis Galiardo, Jorge Urrutia y algún periodista más.
          Todos hablaban bien, apasionadamente sobre Umbral, pero el murciélago goyesco, gris y antipático,transfiguración fantasmal del escritor, sobrevolaba el café, todos los que estábamos allí teníamos los ríos de palabras de Umbral corriendo por nuestra vena lectora, y nadie sabía defenderlo, propagarlo, dar en herencia a las generaciones nuevas, difundir su manatial, se perdía el agua fresca de su puño y letra, el rumor de su surtidor, confundido con el sonido de las teclas violento y venenoso de su máquina de escribir, de su metralleta olivetti, se perdía en el páramo mediocre del complejo nuevo milenio, donde ya no encajaba entre el gran público, y se perdió en las brumas del pasado, las que se elevaban de los veladores del café Gijón, se perdió su figura estirada, elegante, pasada de modas, troquelada en ceniza de los ceniceros cuando se podía fumar y escribir en los cafés.

          Y Ramoncín lo intentaba con su verbo fácil, su contundencia, sus reminiscencias de barrio bajo, su querencia por Umbral y lo umbralesco.
          Y María España, lo recordaba con esa serenidad que tiene ella, con esa elegancia en estar sentada, en mirarnos a los ojos al hablar, un poco dudando al empezar a hablar, porque hay tanto que decir y que leer o releer y analizar del que se fue.
          Juan Luis Galiardo parecía un gigante, entrando y saliendo del café, vino dos minutos llenó el café con su energía y su porte, su comicidad en serio de último de los últimos grandes actores (ah, no me acordaba y lo quería decir: si Bardem tiene un Oscar los Landa, Galiardo o Fernán-Gómez tenían que tener un saco), Juan Luis Galiardo, cuando se fue, pasó al lado nuestro y en sus ojos pequeños vimos irse una forma de entender la vida, el teatro, la pasión por estas cosas que no he vuelto a vislumbrar en nadie más.

          Y entonces el periodista que hacía como de moderador de aquello, preguntó si teníamos alguna pregunta, y todos callamos como putas, bien porque muchos no lo habían leído y sólo estaban allí de paso del día del libro, bien porque los que lo habíamos leído no supimos hablar de Umbral, pero aquella tarde dentro del café Gijón entendí que era reflejo de lo que pasaba fuera: la gente no lee a Umbral como no juega a la gallinita ciega. 
¿Nadie lo ve? Umbral bebe de lo mejor de nuestra lengua (más vale que aparque usted ese mamotreto que se va a leer este verano, y coja Los Alucinados, análisis de un siglo de nuestra lengua, sin ningún afán cataloguista sino con la mejor literatura, imaginación y honestidad), bebe de nuestros Valle-Inclán, De La Serna (Ramón), Darío, Juan Ramón Jiménez, Hierro y todos los demás, y hace un lenguaje propio, pero respetando la tradición del castellano, sin tenerle ningún respeto a la hoja en blanco, y creando criaturas nuevas y vivas, por eso sobrevivirá, y resurgirá el manantial del castellano umbraliano de las cenizas de su personaje troquelado, cuando se le dé importancia a lo que la tiene: sus libros. Nada menos.

          Francisco Umbral es, básicamente, tres: uno, el hombre que sólo conoce su mujer. Dos, el señor que parece que se ha escapado del museo de cera, estirado y troquelado hoy en ceniza, y tres,  el escritor que sólo se puede descubrir en sus libros, todo lo demás es un puñetero vídeo, "quiero hablar de mi libro", pequeñez estúpida al lado de esos cientos de páginas que nos legó generosamente, no se guardó nada, siempre al frente con la metralleta olivetti en alto, sublime sin interrupción.
          Umbral escribía como un niño, sin perder su capacidad de asombro, por eso iba siempre de traje, para adultar los libros y que la gente los leyera, pero leer a Umbral es volver salir al recreo y escaparse, saltando la valla del colegio, y perderse de la mano de una amiga en la espesura de la arboleda que se ve allá al final del lienzo. La gente no lee a Umbral como no juega al escondite inglés, y se apunta al pádel o a aeróbic, y se compra la novela coñazo que compra todo el mundo, para no salirse del corsé social. Mediocridad que tiene su salvación en la valentía de volver a Umbral.

          No hay que caer más en la confusión, métanse en sus lenguajes selváticos y laberínticos, caigan en su trampa mortal y rosa.

martes, 15 de julio de 2014

HALLADA LA FORMA DE VIAJAR EN EL TIEMPO

          

          Sin máquina del tiempo, ni ayuda de la NASA, ni de la aceleración de partículas, un feriante y su hijo han hallado el modo de viajar en el tiempo:

          - Hijo, que empiece la función...
          - Señora, señor, sí, usted también podrá. Recorra 2.700 años desde su cómodo dos mil catorce, conozca a Odiseo de mano de Homero; más tarde podemos dar un salto hasta nuestro siglo de oro, póngase entre Don Quijote y Sancho, y escuche los prodigios al oído que le dirá nuestro Cervantes; y porqué no terminar avanzando desde el XVII al XIX, entrando por la ventana de un caserío vasco, a las guerras carlistas, gracias a Baroja, su abrigo, su manta y su verdad, tan escasa hoy.
          Amiga, amigo, no lo piense, no hacen falta más investigaciones sesudas para ese ansiado viaje en el tiempo; a buen seguro lo esperan esos millonarios que han pagado una pasta gansa por hacer turismo al espacio, infelices delante de un atardecer ante la inmensidad del mar, hieráticos ante el canto de los pájaros en el amanecer. Sin embargo, no hará falta ese desprendimiento de dólares, vengan... vengan y pónganse cómodos, desabróchense el cinturón, sus deberes cotidianos, los móviles y todo lo que le impida abrir un volumen de estos y viaje. Viaje.

lunes, 14 de julio de 2014

OASIS TELEVISIVO EL DOMINGO NOCHE

             
         
       
          Hay que agradecer a TVE 2 y a Ramón Colom este oasis de agua de cultura, de serenidad, de saber estar, saber enseñar, saber hablar sin gritar, ni hacer tertulia de rueda de molino política...

          Conocí este espacio televisivo porque uno de los primeros trataba sobre El Greco, y hoy tras ver perder el mundial a Argentina, cambiando de canal me he encontrado con una entrevista a Lola Herrera en dicho programa.

          La entrevista antecede siempre al debate entre cuatro invitados/as, moderado de una forma inusual (tranquilo, empático, sin estridencias, sin dar el coñazo con "tienes 30 segundos para contestar") por Ramón Colom. Esta noche el programa se titula "Confieso que he vivido", participando en el debate: Juan Antonio Corbalán (exjugador del Real Madrid de baloncesto), Rosa Montero (escritora), Pedro Cid (sacerdote en Getafe) y la mencionada más arriba Lola Herrera (actriz).

          Las sugestivas preguntas lanzadas al aire por Colom, la mirada de inteligente y adulto moderador, mirada algo sarcástica, parece decir: "señoras y señores ya somos mayorcitos y mayorcitas, déjense de ataques verbales, interrupciones pueriles y otras martingalas; compórtense y hagamos televisión honesta, cultural, sincera. Gracias". Todo eso da un ambiente de salón de estar, de hora del té, entre gentes que da gusto escuchar, reflexionar sobre sus vivencias y contrastes, sin salidas de tono ni tonterías. Si este país viera este tipo de programas sería otro tipo de país. Ni mejor, ni peor. Otro.

http://www.rtve.es/television/millennium/

viernes, 11 de julio de 2014

PELÍCULA 05 CORAZONES DE HIERRO (CASUALTIES OF WAR)

          

          "Trabajar contigo no ha sido un placer, pero ha sido un privilegio", es lo que puso en una nota, tras el rodaje, Michael J. Fox a Sean Penn.

          Hay una cosa que comparten los actores jóvenes de esta película, Platoon y la maravilla monstruosa e insuperable Apocalypsis Now: para todos fueron experiencias catárticas, que les marcaron para siempre, que los roles de los soldados, saltaron la valla de la ficción y se colaron en sus propias vidas. Antes de la película, cuenta Michael J. Fox en una entrevista, quedaron varias veces Sean Penn y él, a comer, a conocerse, a "hacer migas", sin embargo, fue empezar el rodaje y por lo visto Penn comenzó a aislarse, a marcar una línea entre él y los demás.

          En un podium de pelis de Vietnam Corazones de hierro quedaría tercera, Platoon segunda y Apocalipsis Now la primera, pero muy por encima de las otras dos, aunque las otras dos sean también buenas películas.

          Pero hablemos de Corazones de hierro: el principio es lo peor, la selva parece un escenario de teatro, es una sensación mala que a punto estuvo de costarle que sacara el cedé del ordenador, pero me caen bien Penn y Fox, y sólo por tenerlos ahi en la pantalla, uno con su cara de loco reptil y el otro de dulce pimpín, me quedé, les dejé que siguieran y demostrarán, después sí, su credibilidad de soldados de guerra del Vietnam.

          Es cierto que Sean Penn tuerce a veces el gesto, en una exagerada impostura, pero ya digo, será que me cae bien, fui indulgente en el visionado y me gustó, de hecho la única crueldad verosímil en la peli, es la suya, porque John C. Reilly no ha de mostrar crueldad, hace de imbécil vacuo, de chupaculos, y actúa bien, ya se ve el gran actor que vendrá después, y es que fue un acierto del director (B. de Palma) no darle la oportunidad de hacer de malvado (aunque su comportamiento sí, no su foma, manera, estilo de ser), si le hubiera dado carta blanca para pasear su perversidad, el rostro que tiene anularía en parte el rostro vil y autoritario de Penn, que es el arquetipo, aunque sea un poco inconscientemente, "Tiene 20 años, por Dios", le dijo el capitán Hill al pardillo (o no tanto) de Eriksson (Fox).
          Los demás están bien, pero son éstos los que se salen. Más la actriz que hace de aldeana vietnamita, por supuesto, Thuy Thu Le, asombroso papel, que le da muchos puntos a la película, la realza, la eleva dándole una verdad que si bien Penn y Fox, van avivándola según avanzan los minutos, es ella la que redondea la película para que se le considere una "película necesaria".

miércoles, 2 de julio de 2014

PELÍCULA 04 MUTINY ON THE BOUNTY

   
    Imagen de wikipedia    

          Pasemos por alto el comentario de no se qué pirata español que meten ahí con calzador sin venir a cuento, como algo típico en las películas anglosajonas. Les encanta en las pelis de barcos: o hablar de los españoles como lo peor, o si no disfrazarnos como virreyes maliciosos en Sudamérica, recién salidos de un carnaval, de una mascarada.
          Pasemos eso por alto, y también el título en castellano que lleva la carátula de la peli que he cogido en la biblioteca, título que prefiero no traer aquí, sin fundamento ninguno. En realidad ha tenido dos títulos, uno mejor que otro, más fiel. Muy recomendable buscar por internet la controversia de esos dos títulos.

          Bien, pasando por alto ambos aspectos... vaya peliculón. A Clark Gable (Primer oficial Fletcher Christian) nunca lo había visto así. Sí en sus poses chulescas, que también surgen, claro, pero luego en su contacto con los haitianos y haitianas, o en su tristeza por algunas decisiones que toma, se ve un actor mucho más completo que lo que dejan ver otras pelis suyas, que no es que sean malas, en absoluto, pero aquí me parece de lo mejor.
          Mucho ayuda a Gable el gigante Laughton (Capitán Bligh). De por sí ya me cae bien Charles Laughton, vería una película entera de él, sin argumento, sentado en un sillón leyendo a orillas de una chimenea de un palacete inglés, con un perro a sus pies, y que de vez en cuando hiciera comentarios y moviese las cejas, hasta su impostura me va.
          Está espléndido, en el rol del malvado Bligh, odiado por la casi totalidad de su marinería, lo muestra la película como un tirano, y sus roces constantes con el oficial Christian (Gable) por sus desacuerdos en la forma de castigar (no desvelo nada, sólo diré que si en realidad hizo lo que se ve en la peli, era un desalmado, este Bligh), desemboca en un desencuentro total.

          Entre Bligh y Christian, se encuentra el cadete Roger Byam, interpretado por el excelente actor Franchot Tone. Y se encuentra entre sus dos superiores porque hace una gran amistad con Christian, oficial justo, que da mucha confianza a sus hombres, un buen hombre de mando en el mar; pero por otra parte el joven cadete le debe obediencia al capitán, y más en un barco de su graciosa majestad (uno aprendió con Galdós, Pérez-Reverte y O'Brian que si en el ejército la vida es dura, en la Marina mucho más). Así que se debatirá entre seguir a su amigo o a su deber.

          Es asombroso que la película sea de 1935, por algunas escena muy logradas, con la dificultad de rodar escenas que sean (o parezcan) de tormentas en altamar.
          Ganó un Oscar a la mejor película y tuvo siete nominaciones más: tres al mejor actor (Laughton, Gable y Tone), mejor director, mejor montaje, mejor banda sonora y mejor guión.

miércoles, 28 de mayo de 2014

EX - LIBRIS


Está claro que es complicado saber qué personaje de los que viven en las páginas de El Quijote dice esto:
“…he oído decir que esta que llaman por ahí Fortuna es una mujer borracha y antojadiza, y, sobre todo, ciega, y así, no vee lo que hace, ni sabe a quién derriba, ni a quien ensalza”
Pero eso no significa nada, me refiero a lo de saber quién dice esto en El Quijote. Si fue Alonso Quijano, Sancho Panza, el ama, la sobrina, el bachiller Sansón Carrasco, el cura, el barbero, el caballero del verde gabán… No es bueno, ni malo, es la realidad: qué sorpresa nos llevaríamos si se borraran de una vez todos los nombres de las portadas del total de libros que pueblan el mundo, no podríamos jugar a la vanidad, ni a tener ídolos de carne y hueso, sólo podríamos rendirnos a las palabras, a la tinta.
Y no sé qué hace uno escribiendo sobre El Quijote, si no lo lee ni Perry, es como un pozo de agua fresca y amarga en un castillo en ruinas, abandonado a la hiedra, la lluvia y los atardeceres hermosos.
Una vez, dando un paseo por el Rastro de Madrid, un gitano tenía una caja de cartón, en la que ondeaba una pegatina que ponía Frutas Miramón, y sobresalían restos de revistas, periódicos y otros papeles, hojeando estos restos de naufragio, di con un cuento sobre El Quijote que venía suelto, arrancado de algún recopilatorio de cuentos, se le veían las costuras a las páginas. “Me lo quitan de las manos, primo”, me decía el vendedor, mirándome de soslayo. Tras la típica charla de regateo de domingo de Rastro madrileño, completamos una gran transacción comercial, me llevé las hojas que ya amarilleaban y hoy lo transcribo:

CUENTO: EL CLUB CERVANTES
Una sociedad de amantes de El Quijote, muy ricos, billonarios o trillonarios o más, conspira para que desaparezcan de la faz de la Tierra todos los libros del Quijote.
Lo planean y lo hacen. Primero, el club Cervantes será un equipo perfecto de Quijotescos quijotistas (la preselección de personas es muy importante), frikis como ellos solos, y cada uno en lo suyo (intentarán hallar gente que curre en distintos sectores) trabajarán sin descanso: las ratas de biblioteca comprarán todo ejemplar que encuentren; los mejores y más desalmados hackers del club  piratearán cada base de datos que contenga la obra; los mejores y más tiburones comerciales que haya bajo el cielo cervantino llamarán a las puertas, hogar por hogar, comprando los Quijotes que pueda haber en la casa (les resultó mucho más fácil de lo que creyeron, “menudo torro me has quitao” decían contando los billetes que les habían soltado los del club Cervantes).
Total, que poco a poco (Zamora no se ganó en una hora), y al cabo de unos años, desaparecen los Quijotes, todos, y para mejor faenar lo planeado, meten todo el material en un arca estilo Noé pero más moderna, y tecnológica que te rilas, y bien alicatada el arca que a la mínima la echan a pique, y se van todos los volúmenes al fondo del mar, a que se los lean la Sirenita y su padre y el cangrejo ese de “Baaaajo del mar, baaaajo del mar…”, porque los Quijotes buenos, las ediciones fetén están a buen recaudo en una especie de mansión decimonónica inencontrable para google maps, ni siquiera Bill Gates, ni Íker Jiménez con ayuda de Santiago Camacho y todo el equipo de Cuarto Milenio son capaces de dar con la mansión, imagínate el poder de los puretas estos ricos del club Cervantes.
En la mansión dichosa quedan periódicamente para leer y releer el Quijote, a veces en silencio, y otras hacen lecturas teatralizadas, con música clásica de fondo o jazz relajado.
En la mansión están prohibidos los móviles, internet, la coca cola, hablar de política, de fútbol, de la familia y de algunas cosas más, so pena de no volver a entrar nunca. Y no pasó nada. El mundo siguió girando, y girando se ha quedado. Lo único reseñable fue cómo informó Matías Prats del hecho (con su voz telediaria, no la de "¡pero esto qué es!", la otra): Misteriosamente han desparecido todos los Quijotes del mundo, se cree que ha sido una mafia rusa, que quiere imponer en el mundo la lectura de “Guerra y paz” de Tolstoi. Una vecina del pueblo de Torrijos ha declarado que se sintió estafada por unos señores trajeados que le ofrecieron dos mil pesetas. “Qué iba a saber yo…” decía con lágrimas en los ojos.
Fin.
…………………………………..

         Volviendo al Quijote (¿nos habíamos ido?), y para terminar, os diré lo que le contesta otro personaje al que decía lo de la Fortuna borracha y antojadiza:
“…no hay fortuna en el mundo, ni las cosas que en él suceden, buenas o malas que sean, vienen acaso, sino por particular providencia de los cielos, y de aquí viene lo que suele decirse: que cada uno es artífice de su ventura.”
          Quién sea el/la que diga esto en la obra también se nos da una higa, lo sé, y se ha desaprovechado mucho espacio aquí en hablar del ingenioso hidalgo. Mucho de lo nuevo de hoy parece viejo, destartalado; hay más vanguardia en la modernidad de “La flauta mágica” de nuestro hermano Amadeo que en esos adefesios cool que se ven en algunas paredes, y nos los venden, como diría Arguiñano, rico, rico. 

jueves, 24 de abril de 2014

IMPRENTA DE JUAN DE LA CUESTA, MADRID, UN VIAJE DEL 2014 AL 1605

          Está en la calle Atocha, para uno ha sido invisible hasta hace cuatro días como si dijéramos. En esa calle, que lo único que fue era transición entre la estación de ferrocarril, puerto de España y allá arriba la Plaza Mayor, hay un relieve, una lápida que felizmente da vida más que muerte a Don Quijote y Sancho. 

Lápida en la imprenta de la primera edición de El Quijote
(Lorenzo Collaut Valera, 1905)

          Es el local que ocupaba, en 1605, la imprenta de Juan de la Cuesta. Nos dice el guía que lo único que sobrevive a la época es un trozo de pared en la parte de abajo, un especie de lienzo de muro irregular, como si fuera parte de unos antiguos cimientos de piedra. Casi nada, y suficiente para contentarnos, pensando que por allí pasaron los volúmenes que iban saliendo de una sala cercana, donde se encontraba... la imprenta.
          La sala está restaurada, claro, la imprenta que hay ahora es una réplica, pero cuando el grupo de visitantes íbamos pasando, acercándonos a la máquina, un silencio se iba creando en torno nuestro, como cuando se asoma uno a un acantilado gigante, enorme, hecho de años, y de páginas leídas, agradecidas a nuestro buen Miguel.
          La estructura de una imprenta es muy parecida a la de algunos aparatos que usaba la Inquisición, del potro salían lamentos, de la imprenta papel, tinta y libertad. Los chinos, nos comenta José (el guía) ya se habían adelantado a Gutenberg, pero los tipos móviles es éste el que los crea, digamos que es lo que le hace famoso y le hace pasar a la Historia.
          Entre 1.500 y 1.700 ejemplares salieron de la primera edición de la Primera parte de El Quijote. Posiblemente, continúa el guía, fue una tirada tan amplia, más de lo normal en un autor que todavía no era muy conocido, porque Cervantes fue un gran amigo de Francisco de Robles, librero del rey. Una persona con suficiente dinero para costear la edición y además gracias a él tenemos el libro, pues animó vivamente a Cervantes para que lo escribiera. Se cree que gustó mucho al librero la historia de Alonso y Sancho.
          El proceso en la imprenta, por lo que el guía nos transmitió, debía ser muy laborioso, había cajistas que colocaban los tipos, formando las páginas, dirigidos por el amanuense que es el que sabía leer, otro que era el que prensaba con la barra torneada de madera (nos hizo una demostración real, y nos tendrían que haber hecho una foto por lo embobados que nos quedamos justo cuando prensó el papel, con firmeza pero delicadamente)... Y para diseñar una sola cara de una página, era un trabajo minucioso, quien vaya a la visita lo podrá comprobar, para cuadrar bien las letras, el número de líneas, los detalles, se requería mucha precisión. La primera edición, de la cual hay que se sepan hoy entre 16 y 18 ejemplares, tuvo cientos de errores. Se enmendaron muchos en la Segunda edición.
          Si bien, como queda escrito más arriba, de la época del siglo de oro, la época de Cervantes y Juan de la Cuesta, no queda mucho*, todo lo suplen las lecturas de la obra, para volver y volver siempre que queramos al mundo, universo cervantino, y sus personajes, vivos en la tinta.

Sancho Panza y Don Quijote hablando sobre la Primera Edición.

* Buceando por internet, parece ser que queda algo más de la época, en el edificio de la calle Atocha: 
"Todo lo que queda realmente de la época son dos muros: el que da a la calle de Atocha y otro lateral", explica a EFE el catedrático de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) Manuel Fernández Nieto.
Fuente:http://noticias.lainformacion.com/estilo-de-vida-y-tiempo-libre/turismo/lo-que-queda-de-cervantes_67CNEFZGGwhuA9jzHLLyE6/



martes, 25 de febrero de 2014

OPERACIÓN DE LA T.I.A. EN EL PALACE

          

          En un primer momento uno piensa: "este Évole es un artista, lo que ha hecho"; pero cuando reflexionas ves la trampa. Si estás en contra de la Operación Palace, eres un facha; si estás a favor eres güay del paraguay. No sé, ahora me parece un intento más de colgarnos a los españoles (Dios, España me duele) el toro, la folclórica y la sangría, como el chiquilicuatre en Eurovisión, Eurocoñazo.

          Lo mejor son las justificaciones y el debate posterior de Gabilondo, Garbiñe Biurrun y Eduardo Serra. Le pregunta Évole a Serra si está de acuerdo en que la constitución se cambie para poder hacer un referéndum en Cataluña. Serra contesta que también se puede hacer un referéndum en Castelldefels, y aunque lo intenta disimular, al periodista se le ve la tensión en la cara. Es decir que con unas cosas (23-F) se pueden hacer bromas, pero el referéndum, lo nacionalista es sagrado, digno de la más alta solemnidad. ¿En qué quedamos? Y luego Gabilondo sin ser claro, dice que hay que cambiar la constitución, pero ¿cómo? ¿el qué? ¿Federalismo? Pero a ver, que no me entero: ¿LOS NACIONALISTAS QUIEREN FEDERALISMO? (Y esto no quiere decir que uno esté de acuerdo con la última reforma).

          "Sé que en este momento habrá espectadores contentos con lo que han visto, porque lo habrán pasado bien, y otros que se sentirán engañados y me querrán matar", afirma Jordi Évole. Pues no, es que no es eso. Es que los símbolos son sagrados o son ídolos con pies de barro, pero en España, en Cataluña y en Castelldefels, por ejemplo. Aparte de que en ese comentario se está descubriendo él solo: si te lo has pasado bien, eres una persona serena, inteligente incluso, tolerante. Si no te ha gustado, me quieres matar, te caigo mal, eres cerril. Pues no, Jordi Évole, ni una cosa ni la otra. Sí veo una intrepidez en lo que has hecho, sobre todo cuando vieses la audiencia que tuvo tu Operación Palace, y te sonrieras (o tal vez no te sonrieras). Pero también se deja entrever un "yo soy más listo que nadie". Como todavía no se sabe todo lo que de verdad ocurrió, por aspectos que no han dado a conocer, pues vamos a hacer una ficción que parece más verdad que la verdad, jugando con tópicos. No olvidemos que anunció durante más de una semana su programa, lleno de misterio; jugada redonda, pues mucha gente (entre la que me incluyo) queremos saber la verdad. Buen provecho, sí señor.

          Seguiré viendo el programa, pero me parece que hay que ser más honesto, y pensar si algo así se podría haber hecho con otros temas. Caricaturizando por ejemplo a esos nietos de andaluces que se creen las pamplinas que se cuentan sobre 1714 en la Historia de Cataluña; si quedarían tan bien como tú (periodista ingenioso; sin acritud, lo has demostrado), o como un asqueroso fascista.
   

lunes, 10 de febrero de 2014

película 03 LOS SEÑORES DEL ACERO

       


       Yo no he visto ninguna película que me lleve más rápido a esos primeros momentos del Renacimiento, con la Edad Media todavía pisando los talones. Un historiador se puede reír ante estas palabras, claro. Pero quiero que ese historiador, el que se ríe, me diga una película, documental o serie televisiva que me lleve de forma más veraz. A lo mejor el que me río soy yo. Porque vamos a ver: uno está harto de tantas buenas palabras, tantas expectativas ante películas históricas, y luego sólo hay un puñado en las que de verdad parezca que “estés allí”.
         Es inevitable pensar en el cuadro de Brueghel, “El vino en la fiesta de San Martín”, cuando la escoria engañada por Arnolfini gana el castillo, los títeres andrajosos, lo más bajo de la sociedad medieval, y aparece rodando un barril gigante por las calles de la ciudadela. Todos van bailando alrededor de la gran cuba, con los ojos desorbitados, violentos, sin un mañana.
           No sé si alguien asesoró a los que realizaron la película, si se reunieron con doctorados en Historia; o si, por el contrario, es una visión intuitiva: las putas a pie de batalla desahogando a la rufianesca, el sacerdote con una espada tras bendecir a los fieles, la mirada del deber del capitán Hawkwood, tan parecida, tan parecido a ese otro capitán de Lepanto que posa en el Prado, de Tintoretto, de un deber que pesa en esos ojos viejos.


Almirante veneciano (Tintoretto) 
https://www.museodelprado.es/coleccion/galeria-on-line/galeria-on-line/obra/almirante-veneciano/

           Y la sorpresa viene después, cuando bajo la lluvia y el barro surge un milagroso San Martín de madera policromada… no pueden ser casuales las dos imágenes, la de la fiesta del barril tras la batalla, y ahora el santo. Es el propio soldado Martín quien explica la leyenda del santo, que con su propia espada rasga sus ropas para dárselas a un mendigo.
             
         No es sólo barbarie, tenemos a la figura renacentista representada en el hijo de Arnolfini, inventor de “la máquina de guerra” del barril viajero de pólvora, estudioso de Da Vinci.
Y tenemos también la parte romanticista y legendaria, de la princesa, los grabados pequeños coloreados en los colgantes, la mandrágora de los ahorcados.
        Seguro que es más una película de aventuras que de Historia, pero sigo pensando que es la película que más cerca me ha llevado allí, al oeste de Europa, en 1501.

sábado, 4 de enero de 2014

ALTA NOCHE ISLADA

     Las noches en vacaciones se alargan con lecturas, películas y esa pequeña vuelta al mundo fantástica llamada internet; cuando levantas la vista alucinada y cansada del libro, y no tienes una película, te enchufas a internet buscando ese audio o vídeo que sea como un oasis en la alta noche, sin mucha fe, un poco errar desprendido...

     Ahora todavía no sé cómo he llegado hasta el vídeo que motiva esta entrada del blog, pero el título anunciaba algo que me resultaba difícil de creer: un taller de literatura en una isla del Mediterráneo, compartiendo jornadas de calma islada junto al maestro y otros discípulos. Los sueños que tenemos son anticipaciones de lo que va a ocurrir o son una vehemencia profunda que acaba transformando en real lo que nos parecía una quimera... No lo sé, pero anoche, no podía creer lo que estaba viendo.

     Todo comienza con unas palabras blancas sobre fondo negro, que no me resisto a transcribir, pues mi limitación literaria no es capaz de expresar mejor lo que anuncian tan bien, de forma sencilla, serena, mediterránea: 

SEPTIEMBRE del 2010. En
 un lloc llamado Binissaida,
 donde se ve salir el primer
 sol de Menorca, fueron
llegando las personas que
 aquí aparecen atraídas por
alguien que creían conocer y
por algo que no sabían [...]
Y lo que no sabíamos,
ni maestro, ni discípulos,
ni organización,
ni familiares de unos y otros,
es que este encuentro nos iba
a cambiar la vida, que de él
nacerían nuevos y preciosos
vínculos, que de nuestros
fragmentos acababa de 
formarse una vasija. Estas 
son imágenes iniciales de aquel tiempo
inicial.
Y esto se ha salido de madre
en eso de la trascendencia
islada. Pero es igual.

     He querido respetar la forma en que vienen distribuidas estas palabras en el vídeo. No porque crea que la persona que ha realizado el vídeo pensara en distribuir tales palabras con un sentido métrico, sino porque en esa libertad y caos de renglones está también la filosofía que desprenden esos encuentros menorquinos.

     La imágenes edénicas son del lugar, una especie de masía gigante, donde la luz transforma todo en imágenes de cuento, de charlas alrededor de un almuerzo, de personas viviendo una ensoñación, escribiendo en rincones apartados, serenos, hay también diálogos entre el escritor y otra persona, no podemos saber lo que se están diciendo, pero hay una armonía entre los gestos de la manos y faciales, y la música que los acompaña, un jazz lento que envuelve esa luz, a los perretes jugando por todo el espacio para ellos, a las personas meditadando, escribiendo, hablando, dormitando... se ve también un faro rojo y blanco, sobre un pequeño conjunto rocoso, la tarde avanza a su final en la luz rosa y naranja que refleja el sol ya moribundo en las alargadas nubes que se estiran cubriendo todo el cielo, dejando un suspiro en el que mira porque sin haber estado allí, algo le llega, de verdad, de aquellos encuentros islados.


viernes, 3 de enero de 2014

EL BUEN USO DEL DICCIONARIO

     
     
     No quiere uno hacerse el interesante, poniendo verde a las nuevas tecnologías, dándoles una colleja de vez en cuando, haciéndose el viejo y esencial romántico, pero hoy querría defender al diccionario detodalavida.

     Estás leyendo un libro, tienes el ordenador encendido, pongamos que con música de youtube, pongamos que de Juan Crisóstomo Arriaga (compañero fiel de muchas lecturas, sobre todo barojianas), y de repente aparece en el texto una palabra que no entiendes... tecleas en google RAE, tecleas la palabra y ¡chas! ahí está, mírala, mírala. Y sin embargo hoy, leyendo a Dragó, ha aparecido la palabra solitario, no utilizada con la acepción que yo conocía (solo, sin compañía; retirado, que ama la soledad), sino con otra bien distinta. No era difícil colegir su significado por la frase donde iba insertada. Pero quería buscarla: tenía el ordenador encendido, listo para buscar en la RAE... cuando he mirado a la estantería y he visto el Pequeño Espasa, edición del '88, diccionario enciclopédico maravilloso. 
     Y me ha pasado una cosa que me ocurre siempre que busco en un diccionario de papel, y que me sucede también cuando voy a comprar algún libro en concreto: que acabo picando en otras palabras, en otros libros.
     Al llegar a la página que traía la palabra solitario, me he encontrado felizmente con tres fotos, que también me han interesado aunque no fuese yo al Espasa buscándolas. Pero ahí estaban, y ya te demoras en ellas: 
     La primera mostraba el cuadro "Los payasos" del pintor José Gutiérrez Solana. Pintor que me encantó cuando lo descubrí en el Museo Reina Sofía de Madrid, pero que profundicé en él cuando leí en Trapiello aspectos que de él desconocía, como por ejemplo que era escritor. Y siempre estaré agradecido a Trapiello, disfruté mucho con los libros de Solana La España negra y Dos pueblos de Castilla.
     La segunda foto del Espasa alegra mucho la vista en el diccionario con unas Petunias rojas, plantas solanáceas, palabras que rezan bajo la imagen. 
      Y la tercera y última llena de solemnidad y sabiduría el papel, pues corresponde a un busto de Solón, busto que se halla en el Museo Nacional de Nápoles. No está demás que escriba aquí algo de lo que trae el Espasa sobre este legislador griego (Atenas, 640 - Chipre, 558 a. de C.), algunas cosas que hizo: promulgó una constitución, suprimió los privilegios de la nobleza; y también fue poeta.

     Está claro que hemos salido ganando con el Pequeño Espasa del '88. 
   Para despedir la entrada del blog, acudiremos sin embargo a internet, para buscar una poesía de Solón, que no se desprecia desde esta página a lo que nos sustenta, las TIC, tengamos coherencia. (Qué lucidez hay en la poesía de Solón, parece hecha para nuestros tiempos ¿modernos?):

De la riqueza no hay término alguno fijado a los hombres;
pues ahora entre nosotros el que más bienes tiene
el doble se afana. ¿Quién puede saciarlos a todos?
                                                                       Sólon de Atenas 
Texto extraído de la siguiente dirección: 

SOMBRAS QUIJOTESCAS

     

     Una sombra pasea por las calles, un poco irreales, vacías, absurdas, un dos de enero que ya no tiene el brillo de niño bonito del uno, y este, su hermano pequeño del primer mes lo mira con envidia. Pero hoy ha llovido y sobre los charcos de asfalto caen gotas de lluvia, regando el año nuevo, y eso no pasó ayer.

     Y cuando uno vuelve ya a casa fatigado de su propia sombra, encuentra una imagen que explica mucho del estado del Quijote hoy: olvidado en la noche de los tiempos, pero sin perder el humor triste que tuvo, tiene y tendrá.



jueves, 2 de enero de 2014

CERO CATORCE

   


     Lo vi y me gustó. Eso de enumerar los años desde el dosmil omitiendo el número 2, como si hubiéramos puesto el contador a cero. Es una trampa, pues nos quitamos años los que hemos nacido antes del dosmil, pero hay algo de adelgazador de tiempo que me llamó la atención. Puede parecer también una pérdida de respeto a la Historia, nuestra Historia: si quitas dosmil años es como vivir sin pasado y es ahí donde entra lo complejo y lo interesante del asunto, que a uno le encanta la Historia. O sea que no, que no es eso.
     Para abreviar el cuento: comprendemos nuestra Historia, comprendemos nuestra vida, pero hay que hacer un esfuerzo por desprenderse de lastres que ya no hagan falta. Como no sé si he sido claro, y aunque este foro no lo lea ni Perry, intentaré decir como mejor sepa que, esos lastres pueden ser maneras de vivir, de actuar (qué verbo más retorcido y emocionante, actuar) que requieran un esfuerzo, incluso sacrificios, y que entonces la palabra lastre no es dejarse, sino todo lo contrario o ni eso.
     Bienvenido dos mil catorce, gracias por dejarme entrar.