Sin máquina del tiempo, ni ayuda de la NASA, ni de la aceleración de partículas, un feriante y su hijo han hallado el modo de viajar en el tiempo:
- Hijo, que empiece la función...
- Señora, señor, sí, usted también podrá. Recorra 2.700 años desde su cómodo dos mil catorce, conozca a Odiseo de mano de Homero; más tarde podemos dar un salto hasta nuestro siglo de oro, póngase entre Don Quijote y Sancho, y escuche los prodigios al oído que le dirá nuestro Cervantes; y porqué no terminar avanzando desde el XVII al XIX, entrando por la ventana de un caserío vasco, a las guerras carlistas, gracias a Baroja, su abrigo, su manta y su verdad, tan escasa hoy.
Amiga, amigo, no lo piense, no hacen falta más investigaciones sesudas para ese ansiado viaje en el tiempo; a buen seguro lo esperan esos millonarios que han pagado una pasta gansa por hacer turismo al espacio, infelices delante de un atardecer ante la inmensidad del mar, hieráticos ante el canto de los pájaros en el amanecer. Sin embargo, no hará falta ese desprendimiento de dólares, vengan... vengan y pónganse cómodos, desabróchense el cinturón, sus deberes cotidianos, los móviles y todo lo que le impida abrir un volumen de estos y viaje. Viaje.
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