Una sombra pasea por las calles, un poco irreales, vacías, absurdas, un dos de enero que ya no tiene el brillo de niño bonito del uno, y este, su hermano pequeño del primer mes lo mira con envidia. Pero hoy ha llovido y sobre los charcos de asfalto caen gotas de lluvia, regando el año nuevo, y eso no pasó ayer.
Y cuando uno vuelve ya a casa fatigado de su propia sombra, encuentra una imagen que explica mucho del estado del Quijote hoy: olvidado en la noche de los tiempos, pero sin perder el humor triste que tuvo, tiene y tendrá.
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