lunes, 10 de febrero de 2014

película 03 LOS SEÑORES DEL ACERO

       


       Yo no he visto ninguna película que me lleve más rápido a esos primeros momentos del Renacimiento, con la Edad Media todavía pisando los talones. Un historiador se puede reír ante estas palabras, claro. Pero quiero que ese historiador, el que se ríe, me diga una película, documental o serie televisiva que me lleve de forma más veraz. A lo mejor el que me río soy yo. Porque vamos a ver: uno está harto de tantas buenas palabras, tantas expectativas ante películas históricas, y luego sólo hay un puñado en las que de verdad parezca que “estés allí”.
         Es inevitable pensar en el cuadro de Brueghel, “El vino en la fiesta de San Martín”, cuando la escoria engañada por Arnolfini gana el castillo, los títeres andrajosos, lo más bajo de la sociedad medieval, y aparece rodando un barril gigante por las calles de la ciudadela. Todos van bailando alrededor de la gran cuba, con los ojos desorbitados, violentos, sin un mañana.
           No sé si alguien asesoró a los que realizaron la película, si se reunieron con doctorados en Historia; o si, por el contrario, es una visión intuitiva: las putas a pie de batalla desahogando a la rufianesca, el sacerdote con una espada tras bendecir a los fieles, la mirada del deber del capitán Hawkwood, tan parecida, tan parecido a ese otro capitán de Lepanto que posa en el Prado, de Tintoretto, de un deber que pesa en esos ojos viejos.


Almirante veneciano (Tintoretto) 
https://www.museodelprado.es/coleccion/galeria-on-line/galeria-on-line/obra/almirante-veneciano/

           Y la sorpresa viene después, cuando bajo la lluvia y el barro surge un milagroso San Martín de madera policromada… no pueden ser casuales las dos imágenes, la de la fiesta del barril tras la batalla, y ahora el santo. Es el propio soldado Martín quien explica la leyenda del santo, que con su propia espada rasga sus ropas para dárselas a un mendigo.
             
         No es sólo barbarie, tenemos a la figura renacentista representada en el hijo de Arnolfini, inventor de “la máquina de guerra” del barril viajero de pólvora, estudioso de Da Vinci.
Y tenemos también la parte romanticista y legendaria, de la princesa, los grabados pequeños coloreados en los colgantes, la mandrágora de los ahorcados.
        Seguro que es más una película de aventuras que de Historia, pero sigo pensando que es la película que más cerca me ha llevado allí, al oeste de Europa, en 1501.

No hay comentarios:

Publicar un comentario