miércoles, 30 de julio de 2014

DAGUERROTIPOS 01: FRANCISCO UMBRAL, UNA TRAMPA MORTAL Y ROSA

          

          La gente no lee a Umbral como no juega al corro de la patata. Y los que lo leen no saben explicarlo porque quieren explicarlo desde el personaje: ese señor que parece un Larra o un Espronceda venido a menos, que se ha escapado del museo de cera y que no sobrevive, claro, en este mundo de siliconas, guasap y más catálogos de plásticos. Y así no.

          Veamos: Día del libro. Madrid. Café Gijón. Hace cuatro o cinco años, charla sobre Francisco Umbral. Componentes de la mesa: María España, Ramoncín, Juan Luis Galiardo, Jorge Urrutia y algún periodista más.
          Todos hablaban bien, apasionadamente sobre Umbral, pero el murciélago goyesco, gris y antipático,transfiguración fantasmal del escritor, sobrevolaba el café, todos los que estábamos allí teníamos los ríos de palabras de Umbral corriendo por nuestra vena lectora, y nadie sabía defenderlo, propagarlo, dar en herencia a las generaciones nuevas, difundir su manatial, se perdía el agua fresca de su puño y letra, el rumor de su surtidor, confundido con el sonido de las teclas violento y venenoso de su máquina de escribir, de su metralleta olivetti, se perdía en el páramo mediocre del complejo nuevo milenio, donde ya no encajaba entre el gran público, y se perdió en las brumas del pasado, las que se elevaban de los veladores del café Gijón, se perdió su figura estirada, elegante, pasada de modas, troquelada en ceniza de los ceniceros cuando se podía fumar y escribir en los cafés.

          Y Ramoncín lo intentaba con su verbo fácil, su contundencia, sus reminiscencias de barrio bajo, su querencia por Umbral y lo umbralesco.
          Y María España, lo recordaba con esa serenidad que tiene ella, con esa elegancia en estar sentada, en mirarnos a los ojos al hablar, un poco dudando al empezar a hablar, porque hay tanto que decir y que leer o releer y analizar del que se fue.
          Juan Luis Galiardo parecía un gigante, entrando y saliendo del café, vino dos minutos llenó el café con su energía y su porte, su comicidad en serio de último de los últimos grandes actores (ah, no me acordaba y lo quería decir: si Bardem tiene un Oscar los Landa, Galiardo o Fernán-Gómez tenían que tener un saco), Juan Luis Galiardo, cuando se fue, pasó al lado nuestro y en sus ojos pequeños vimos irse una forma de entender la vida, el teatro, la pasión por estas cosas que no he vuelto a vislumbrar en nadie más.

          Y entonces el periodista que hacía como de moderador de aquello, preguntó si teníamos alguna pregunta, y todos callamos como putas, bien porque muchos no lo habían leído y sólo estaban allí de paso del día del libro, bien porque los que lo habíamos leído no supimos hablar de Umbral, pero aquella tarde dentro del café Gijón entendí que era reflejo de lo que pasaba fuera: la gente no lee a Umbral como no juega a la gallinita ciega. 
¿Nadie lo ve? Umbral bebe de lo mejor de nuestra lengua (más vale que aparque usted ese mamotreto que se va a leer este verano, y coja Los Alucinados, análisis de un siglo de nuestra lengua, sin ningún afán cataloguista sino con la mejor literatura, imaginación y honestidad), bebe de nuestros Valle-Inclán, De La Serna (Ramón), Darío, Juan Ramón Jiménez, Hierro y todos los demás, y hace un lenguaje propio, pero respetando la tradición del castellano, sin tenerle ningún respeto a la hoja en blanco, y creando criaturas nuevas y vivas, por eso sobrevivirá, y resurgirá el manantial del castellano umbraliano de las cenizas de su personaje troquelado, cuando se le dé importancia a lo que la tiene: sus libros. Nada menos.

          Francisco Umbral es, básicamente, tres: uno, el hombre que sólo conoce su mujer. Dos, el señor que parece que se ha escapado del museo de cera, estirado y troquelado hoy en ceniza, y tres,  el escritor que sólo se puede descubrir en sus libros, todo lo demás es un puñetero vídeo, "quiero hablar de mi libro", pequeñez estúpida al lado de esos cientos de páginas que nos legó generosamente, no se guardó nada, siempre al frente con la metralleta olivetti en alto, sublime sin interrupción.
          Umbral escribía como un niño, sin perder su capacidad de asombro, por eso iba siempre de traje, para adultar los libros y que la gente los leyera, pero leer a Umbral es volver salir al recreo y escaparse, saltando la valla del colegio, y perderse de la mano de una amiga en la espesura de la arboleda que se ve allá al final del lienzo. La gente no lee a Umbral como no juega al escondite inglés, y se apunta al pádel o a aeróbic, y se compra la novela coñazo que compra todo el mundo, para no salirse del corsé social. Mediocridad que tiene su salvación en la valentía de volver a Umbral.

          No hay que caer más en la confusión, métanse en sus lenguajes selváticos y laberínticos, caigan en su trampa mortal y rosa.

martes, 15 de julio de 2014

HALLADA LA FORMA DE VIAJAR EN EL TIEMPO

          

          Sin máquina del tiempo, ni ayuda de la NASA, ni de la aceleración de partículas, un feriante y su hijo han hallado el modo de viajar en el tiempo:

          - Hijo, que empiece la función...
          - Señora, señor, sí, usted también podrá. Recorra 2.700 años desde su cómodo dos mil catorce, conozca a Odiseo de mano de Homero; más tarde podemos dar un salto hasta nuestro siglo de oro, póngase entre Don Quijote y Sancho, y escuche los prodigios al oído que le dirá nuestro Cervantes; y porqué no terminar avanzando desde el XVII al XIX, entrando por la ventana de un caserío vasco, a las guerras carlistas, gracias a Baroja, su abrigo, su manta y su verdad, tan escasa hoy.
          Amiga, amigo, no lo piense, no hacen falta más investigaciones sesudas para ese ansiado viaje en el tiempo; a buen seguro lo esperan esos millonarios que han pagado una pasta gansa por hacer turismo al espacio, infelices delante de un atardecer ante la inmensidad del mar, hieráticos ante el canto de los pájaros en el amanecer. Sin embargo, no hará falta ese desprendimiento de dólares, vengan... vengan y pónganse cómodos, desabróchense el cinturón, sus deberes cotidianos, los móviles y todo lo que le impida abrir un volumen de estos y viaje. Viaje.

lunes, 14 de julio de 2014

OASIS TELEVISIVO EL DOMINGO NOCHE

             
         
       
          Hay que agradecer a TVE 2 y a Ramón Colom este oasis de agua de cultura, de serenidad, de saber estar, saber enseñar, saber hablar sin gritar, ni hacer tertulia de rueda de molino política...

          Conocí este espacio televisivo porque uno de los primeros trataba sobre El Greco, y hoy tras ver perder el mundial a Argentina, cambiando de canal me he encontrado con una entrevista a Lola Herrera en dicho programa.

          La entrevista antecede siempre al debate entre cuatro invitados/as, moderado de una forma inusual (tranquilo, empático, sin estridencias, sin dar el coñazo con "tienes 30 segundos para contestar") por Ramón Colom. Esta noche el programa se titula "Confieso que he vivido", participando en el debate: Juan Antonio Corbalán (exjugador del Real Madrid de baloncesto), Rosa Montero (escritora), Pedro Cid (sacerdote en Getafe) y la mencionada más arriba Lola Herrera (actriz).

          Las sugestivas preguntas lanzadas al aire por Colom, la mirada de inteligente y adulto moderador, mirada algo sarcástica, parece decir: "señoras y señores ya somos mayorcitos y mayorcitas, déjense de ataques verbales, interrupciones pueriles y otras martingalas; compórtense y hagamos televisión honesta, cultural, sincera. Gracias". Todo eso da un ambiente de salón de estar, de hora del té, entre gentes que da gusto escuchar, reflexionar sobre sus vivencias y contrastes, sin salidas de tono ni tonterías. Si este país viera este tipo de programas sería otro tipo de país. Ni mejor, ni peor. Otro.

http://www.rtve.es/television/millennium/

viernes, 11 de julio de 2014

PELÍCULA 05 CORAZONES DE HIERRO (CASUALTIES OF WAR)

          

          "Trabajar contigo no ha sido un placer, pero ha sido un privilegio", es lo que puso en una nota, tras el rodaje, Michael J. Fox a Sean Penn.

          Hay una cosa que comparten los actores jóvenes de esta película, Platoon y la maravilla monstruosa e insuperable Apocalypsis Now: para todos fueron experiencias catárticas, que les marcaron para siempre, que los roles de los soldados, saltaron la valla de la ficción y se colaron en sus propias vidas. Antes de la película, cuenta Michael J. Fox en una entrevista, quedaron varias veces Sean Penn y él, a comer, a conocerse, a "hacer migas", sin embargo, fue empezar el rodaje y por lo visto Penn comenzó a aislarse, a marcar una línea entre él y los demás.

          En un podium de pelis de Vietnam Corazones de hierro quedaría tercera, Platoon segunda y Apocalipsis Now la primera, pero muy por encima de las otras dos, aunque las otras dos sean también buenas películas.

          Pero hablemos de Corazones de hierro: el principio es lo peor, la selva parece un escenario de teatro, es una sensación mala que a punto estuvo de costarle que sacara el cedé del ordenador, pero me caen bien Penn y Fox, y sólo por tenerlos ahi en la pantalla, uno con su cara de loco reptil y el otro de dulce pimpín, me quedé, les dejé que siguieran y demostrarán, después sí, su credibilidad de soldados de guerra del Vietnam.

          Es cierto que Sean Penn tuerce a veces el gesto, en una exagerada impostura, pero ya digo, será que me cae bien, fui indulgente en el visionado y me gustó, de hecho la única crueldad verosímil en la peli, es la suya, porque John C. Reilly no ha de mostrar crueldad, hace de imbécil vacuo, de chupaculos, y actúa bien, ya se ve el gran actor que vendrá después, y es que fue un acierto del director (B. de Palma) no darle la oportunidad de hacer de malvado (aunque su comportamiento sí, no su foma, manera, estilo de ser), si le hubiera dado carta blanca para pasear su perversidad, el rostro que tiene anularía en parte el rostro vil y autoritario de Penn, que es el arquetipo, aunque sea un poco inconscientemente, "Tiene 20 años, por Dios", le dijo el capitán Hill al pardillo (o no tanto) de Eriksson (Fox).
          Los demás están bien, pero son éstos los que se salen. Más la actriz que hace de aldeana vietnamita, por supuesto, Thuy Thu Le, asombroso papel, que le da muchos puntos a la película, la realza, la eleva dándole una verdad que si bien Penn y Fox, van avivándola según avanzan los minutos, es ella la que redondea la película para que se le considere una "película necesaria".

miércoles, 2 de julio de 2014

PELÍCULA 04 MUTINY ON THE BOUNTY

   
    Imagen de wikipedia    

          Pasemos por alto el comentario de no se qué pirata español que meten ahí con calzador sin venir a cuento, como algo típico en las películas anglosajonas. Les encanta en las pelis de barcos: o hablar de los españoles como lo peor, o si no disfrazarnos como virreyes maliciosos en Sudamérica, recién salidos de un carnaval, de una mascarada.
          Pasemos eso por alto, y también el título en castellano que lleva la carátula de la peli que he cogido en la biblioteca, título que prefiero no traer aquí, sin fundamento ninguno. En realidad ha tenido dos títulos, uno mejor que otro, más fiel. Muy recomendable buscar por internet la controversia de esos dos títulos.

          Bien, pasando por alto ambos aspectos... vaya peliculón. A Clark Gable (Primer oficial Fletcher Christian) nunca lo había visto así. Sí en sus poses chulescas, que también surgen, claro, pero luego en su contacto con los haitianos y haitianas, o en su tristeza por algunas decisiones que toma, se ve un actor mucho más completo que lo que dejan ver otras pelis suyas, que no es que sean malas, en absoluto, pero aquí me parece de lo mejor.
          Mucho ayuda a Gable el gigante Laughton (Capitán Bligh). De por sí ya me cae bien Charles Laughton, vería una película entera de él, sin argumento, sentado en un sillón leyendo a orillas de una chimenea de un palacete inglés, con un perro a sus pies, y que de vez en cuando hiciera comentarios y moviese las cejas, hasta su impostura me va.
          Está espléndido, en el rol del malvado Bligh, odiado por la casi totalidad de su marinería, lo muestra la película como un tirano, y sus roces constantes con el oficial Christian (Gable) por sus desacuerdos en la forma de castigar (no desvelo nada, sólo diré que si en realidad hizo lo que se ve en la peli, era un desalmado, este Bligh), desemboca en un desencuentro total.

          Entre Bligh y Christian, se encuentra el cadete Roger Byam, interpretado por el excelente actor Franchot Tone. Y se encuentra entre sus dos superiores porque hace una gran amistad con Christian, oficial justo, que da mucha confianza a sus hombres, un buen hombre de mando en el mar; pero por otra parte el joven cadete le debe obediencia al capitán, y más en un barco de su graciosa majestad (uno aprendió con Galdós, Pérez-Reverte y O'Brian que si en el ejército la vida es dura, en la Marina mucho más). Así que se debatirá entre seguir a su amigo o a su deber.

          Es asombroso que la película sea de 1935, por algunas escena muy logradas, con la dificultad de rodar escenas que sean (o parezcan) de tormentas en altamar.
          Ganó un Oscar a la mejor película y tuvo siete nominaciones más: tres al mejor actor (Laughton, Gable y Tone), mejor director, mejor montaje, mejor banda sonora y mejor guión.