lunes, 7 de enero de 2013
MONEDAS DE JUGUETE
No sé nada de economía, esta entrada del blog es sólo una ocurrencia, que ni siquiera es ingeniosa porque seguro que se le ha ocurrido antes a alguien. Y seguramente con la peseta en España, la lira en Italia y el marco alemán en Alemania, por ejemplo, habría pasado lo mismo que nos está pasando, pero he visto dos cosas en estas vacaciones navideñas que me han tráido hasta el blog.
El otro día vi en un bar una colección impresionante de billetes puestos como adorno en la pared de muchos países, distintos colores, texturas, caras, tamaños... me gustó, me pareció que me llegaba algo de aquellos países, que no me llega con los billetes de euro, que evidentemente, son iguales. Uno que frecuenta Madrid, y algunos de sus museos, tiene la suerte de que cuando realiza alguna compra, le devuelven monedas con símbolos, personajes, monumentos que sí identifican a otros países, pero no es lo mismo.
A esta visión romántica, estúpida dirá alguien práctico, se unió que en una cena hace poco donde había nenes de la familia, un camarero les sacó un saquito con monedas y billetes que envolvían chocolatinas como el que muestra la foto de más arriba. Y esa imagen me recordó dos cosas: una, un recuerdo, el de la presentación que nos hicieron radios, televisiones y periódicos sobre el euro, todo maravilloso; dos, la letra de una canción, "cuando todos los caminos llevan a la cárcel de las monedas, hay que ser muy ambicioso, porque no flota una balsa de madera".
Una vez sacadas las monedas y dar buena cuenta, quedaron los envoltorios encima de la mesa. Y ahí es donde vi el paralelismo entre el euro de verdad con aquellos de chocolate, de mentirijilla, de juguete, cuando sus envoltorios se revelaron en lo que eran, su máscara, su redondeo y su mentira.
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