Hacía mucho tiempo que no veía la película, del libro hace todavía más. Me pasa con las películas basadas en las novelas de Pérez-Reverte que siempre he tenido grandes expectativas y luego casi todas han sido un "quiero y no puedo". No es que algunas no me gustaran; Alatriste de Díaz Yanes, con todas las faltas y sobras que tiene, la vi en el cine cuatro veces y en mi casa más de lo que manda el sentido común, para no creer que uno está en el Siglo de Oro cuando pasea por Madrid. Sin embargo, la adaptación que no ha sido floja, es que era deleznable (La Tabla de Flandes).
Tal vez, La novena puerta de Polansky (basada en El Club Dumas de AP-R), puede ser una que esté por encima de las demás, aunque el final... en fin, vaya castaña de final.
Retornando a El maestro de esgrima, que la he vuelto a ver en TVE 2, previo debate sobre el cine de aventuras, con Carlos Saura, Pedro Olea y otros directores, me ha redescubierto la mejor adaptación al cine de las novelas de AP-R y también me ha recordado al libro... y eso es lo mejor, porque el libro fue el primero que leí del escritor de Cartagena, y ahora, mirando desde el dos mil dieciséis a aquellos primerizos años noventa, puedo afirmar también que la historia de Jaime de Astarloa y de Adela de Otero, es posiblemente la mejor novela de AP-R, con permiso de Un día de cólera y algunos Alatristes (El puente de los asesinos me parece genial).
La película se fundamenta según mi opinión en dos pilares muy resistentes: la fidelidad al libro y la recreación histórica. Y creo que ambos aspectos se asientan en el acierto total con los actores elegidos. Es decir que gracias al buen hacer, tanto de Omero Antonutti (Jaime de Astarloa), Assumpta Serna (Adela de Otero), en los personajes principales; así como Miguel Rellán (Agapito Cárceles, un periodista revolucionario) o José Luis López Vázquez (el comisario), en secundarios que aportan mucha verosimilitud al relato filmográfico; creo, como digo, que este puñado de actores logran ambas cosas: respeto al libro y eso que tanta falta le hace a una película histórica: verdad, que nos transmita verdad. Que nos creamos que estamos abriendo una ventana en el tiempo y estamos entrando en el siglo XIX español, en el caótico año 1868 español. Y lo logran.
Omero Antonutti me parece que nació para hacer este papel; tras leer el libro, estás viendo salir de sus páginas, caminando, estirado y elegante al actor italiano. Es un personaje galdosiano, sin la caricatura de don Lope en Tristana, pero con muchas cosas en común.
Assumpta Serna está muy al punto en el papel: delicada pero firme, grácil pero violenta... además ha contado Pedro Olea, entre risas mailciosas, que la actriz y Omero se llevaban fatal, no se aguantaron durante el rodaje, cosa de la que estaba encantado. Hay una escena especialmente buena, que ella borda espléndidamente, pero no puedo descubrirla aquí.
Miguel Rellán sabe sacarle chispas a ese periodista nervioso, revolucionario y chillón, pero sin caer en la parodia. Creo que es uno de nuestros mejores actores.
Y José Luis López Vázquez... viéndolo en esta película se me va confirmando el cuento de que esos actores de la supuesta españolada son menores, o que sólo sabían hacer comedia. De eso nada. Hace comisario de época, bien hecho y vuelvo a lo importante: el ser capaz de hacernos creer que estamos ante un policía de esa época. Impresionante.
Gracias a TVE, por programar buen cine español en esta noche de otoño del dos mil dieciséis. Parece mentira.
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