He echado de menos la participación de más escritores que yo hubiese conocido en el artículo publicado en Babelia, suplemento cultural de El País, pero eso es más culpa mía que de la periodista que lo realiza, Leila Guerrero, por no leer prácticamente nada recién salido o publicado, ya sea best seller o pequeña publicación, es decir, cualquier tipo, que no es mi intención suponer a unas mejores que otras sin conocerlas.
Antonio Muñoz Molina, uno de los pocos autores de los cuales me he leído algún libro de los que aparecen en este artículo, dice: "Cuando le envié (a Pere Gimferrer) la novela que estaba escribiendo y me dijo que la quería editar, fue la alegría de mi vida"; y eso se repite en muchos de los autores que cuentan su experiencia primeriza en la edición del libro, el que una persona-enlace con la editorial lee algo suyo y le gusta o no le gusta, y a partir de ahí tendrá libro o caerá en el olvido; "y le doy muchas vueltas - continúa Muñoz Molina- a qué hubiera pasado si yo no publicaba aquel primer libro, si Gimferrer no iba a Granada", es muy sincero aquí el escritor jiennense, y mi impresión sobre sus palabras me recuerda a lo que nos quería transmitir Woody Allen en Match Point, la suerte y su importancia en hechos que podrían ser trascendentes en nuestra vida.
Sin embargo cuenta Lolita Bosch: "empecé a recibir rechazos de todas (las editoriales a las que mandaba sus novelas). Debo tener 50 (se supone que se refiere a 50 rechazos). Pero yo pensaba que era un proceso natural"; y yo estoy de acuerdo con Lolita Bosch. Creo que el proceso natural es intentarlo tantas veces como te digan no en las distintas editoriales. La mayoría de autores imagino que tendrán que luchar bastante para darse a conocer, para que le den el visto bueno por una novela o unos cuentos en una editorial, aunque está claro que habrá casos que será escribir algo y besar el santo, en el caso de Muñoz Molina no me extraña porque escribe muy bien, Plenilunio, Los misterios de Madrid o La vida por delante son libros muy distintos, pero donde se ve al gran creador que hay detrás y además una persona que maneja el lenguaje con una soltura, una contundencia y a la vez una sutileza que envidio cochinamente, así es.
Concluyo la entrada del blog con Marcelo Figueras, escritor argentino: "pensar que cuando publicás un primer libro te transformás en escritor es lo mismo que pensar que cuando sos padre por primera vez te transformás en padre. Es algo que vas a tener que demostrarte a vos mismo todos los días", y es que ahí está la clave, puedes engañar una vez o dos pero al final no te puedes engañar a ti mismo, y creo sinceramente que el hecho de escribir es o debe ser un acto de necesidad (¿necesidad de qué?, de escribir), aun en los pasos de la corrección o documentación de una novela o un cuento o lo que sea; hoy después de lo poco que he leído y de lo mucho que me queda por leer creo que sé diferenciar cuándo un autor escribe por necesidad y con honestidad y cuándo no, y cuando se nota, sintiéndolo mucho y por mucho que le haya gustado a un editor, cierro el libro, y un lector habitual sabe cuando cierra un libro porque no está en el momento para embarcarse en esa lectura y la volverá a retomar (cuando el estado de ánimo te abra la puerta del libro) y cuándo cierra un libro que desgraciadamente sabe que no volverá a abrir.