Hay una frase que he leído mucho en diverso formato: red social, prensa (el papel nuestro de cada día) o webs de medios digitales, algo así como "éramos felices y no lo sabíamos", o enunciados parecidos, que tratan de recordarnos que ha tenido que ocurrir la pandemia para valorar lo cotidiano. No se cree uno más listo que nadie, ni considera a sus allegados mejores que los de los demás; pero ya contemplábamos nosotros un regalo muchas de las cosas que formaban, integraban parte de nuestro cotidiano discurrir.
Comienzo hoy un tema en este blog (blog que tenía lleno de polvo virtual, inmaterial pero patente y terco en esa fecha anterior once de noviembre de dos mil diecisiete), un tema: INVENTARIO DE GRATITUDES, que intentará abarcar los elementos que antes de las actuales circunstancias ya eran importantes, pero que en el confinamiento se han convertido en pequeños presentes que nos han ayudado a atravesar el tiempo de las cuatro paredes, y tirarlas un poco sin salir de ellas.
Hoy: EL ARCHIVO DE AUDIO (podcast, sí).
Me gustaría saber cuándo fue la primera vez que descargué un archivo de audio en mi viejo mp3 (lo estropeé e inutilicé al olvidar sacarlo del pantalón de correr, y lavarlo en la lavadora). Era un minúsculo y durísimo reproductor de mp3 que no soportó las vueltas y detergentes de la lavadora. El de ahora no está mal pero es más delicado y no se pueden apretar lo botones con rotundidad, se bloquea, hay que acariciarlos.
¿De qué trataría el primer archivo de audio? ¿Cervantes, el Brujo, Alfonso décimo, los sefardíes? Tengo un disco duro donde grababa todos y cada uno de los archivos, como si quisiera encerrar en la bodega del barco todo. Como si me diera miedo que se perdiesen esas grabaciones por la red, pero claro llegó un momento que era una locura seguir acumulando audios, cuando la red los atrapa, los guarda y los muestra bien, hay que reconocerlo.
¿Cómo se amplían los temas de interés? Es un misterio. Uno busca por esa estantería infinita de la red, una especie de tabla de helados de nuestra infancia en la que no sabías cuál elegir, ahora se descubre y se esconde interminable en ese espacio vertiginoso, con puertas de entrada: la web de RNE, Ivoox, YouTube... Y navegas buscando puerto: una entrevista, una charla, un debate, una conferencia, un diálogo, un programa donde se recite, donde se discuta, un archivo de audio, en definitiva, que te haga compañía durante la limpieza del hogar, la ordenación de una habitación, el paseo...
Ya está dicho antes: qué suerte poder escuchar música o audios pulsando el play de un aparato. Hace relativamente poco, poder escuchar música sólo era posible en directo. Pero el archivo de audio tiene menos años todavía, o sea, que la magia está servida: poder elegir en cualquier momento. Cuando yo tenía quince, dieciséis años, me quedaba escuchando en las noches de verano Hablar por hablar, Si amanece nos vamos... y quedarte dormido (si no lo grababas) suponía perderte el programa. Eso se ha terminado. Ahora se puede escuchar prácticamente todo cuando quieras. Por eso la gratitud.
A mí me gusta mucho jugar a eso de elegir la película, el disco, el lugar... favoritos. Si tuviera que elegir un archivo de audio de todos sería muy difícil: la entrevista a Umbral en Negro sobre blanco, las conferencias de doña Carmen Vaquero Serrano sobre Garcilaso, algunos programas de Radio Clásica como el de Música Antigua sobre el Tesoro de la Lengua castellana o española, las charlas alrededor de Cervantes, alrededor de Chaves Nogales, alrededor de Gómez de la Serna, los programas de Documentos RNE como el especial del Museo del prado o el de el Greco, los ciclos de la Fundación Juan March como el de los diarios de Trapiello o escuchar la voz de Fernando Zóbel... me dejo muchos perdidos en el tiempo, en muchos años ya, parece mentira.
El archivo de audio o el viaje en lo cotidiano.